Emma Suárez. Foto: Jose Haro.

Emma Suárez es Elsa en Invisibles (la nueva película de Gracia Querejeta, que llega a los cines el próximo 6 de marzo), una alta ejecutiva que los jueves por la mañana queda a pasear con dos amigas, Julia (una maestra ya sin vocación a la que da vida Adriana Ozores) y Amelia (Nathalie Poza como una mujer que acaba de iniciar una nueva relación con un hombre que tiene una hija que se opone a la misma). Durante sus caminatas hablan de la vida, de sus problemas, de sus emociones, al tiempo que ocultan lo que les interesa.

Gracia Querejeta ha rodado una película en apariencia sencilla, con un milimétrico y brillante guión, capaz de mantener la tensión y el interés durante todo el metraje, sin renunciar a cierta pátina cómica o a poner sobre la mesa algunas desigualdades sociales. Una historia que avanza paralela a los paseos de sus tres protagonistas y que supone la primera vez que la cineasta coincide con Emma Suárez, una actriz invisible porque desaparece detrás de sus personajes, pero al mismo tiempo visible por el trabajo que realiza. Con ella hablamos, aprovechando el pase para prensa en los cines Lys, del film y de otros aspectos de su profesión.

Estrenas Invisibles, la serie Néboa se está emitiendo en TVE y se ha publicado el libro Un alfabeto para Emma Suárez, escrito por Javier Tolentino.

Bueno, esto último … no lo he elegido yo. La gente, a veces, decide escribir, pero yo no participo para nada de la libertad creativa que cada uno quiera hacer y, en ese sentido, no tenía ni idea de la historia de este hombre del que me hablas. No es algo que yo haya autorizado, no está en mi territorio, no me interesa nada. La gente quiere escribir y decide escribir.

Volviendo a Invisibles, ¿qué fue lo que te atrajo de la historia, de tu personaje,… para aceptar trabajar en la película?

Me resultaba muy atractivo trabajar con Gracia Querejeta. También era una oportunidad y un lujo hacerlo junto a Adriana Ozores. No había coincidido antes con ninguna de las dos. Con Nathalie Poza sí y era un placer repetir.

Aparte de eso, cuando leí el guión me pareció un ejercicio de dirección complejo. Lo que más me llamaba la atención era la aparente sencillez que escondía, la complejidad de hacer algo sencillo. No es fácil hacer una película sencilla de tres mujeres que hablan y que caminan por un parque. Eso me resultó muy interesante. Y, quizás, eso, que era el riesgo era también lo que me provocaba.

Fue, además, como un ejercicio teatral. Las tres sabíamos que teníamos que ser muy cómplices, estar muy compenetradas, y eso fue muy divertido de trabajar. He podido ver la película y estoy muy orgullosa.

Como dices, era tu primera vez con Gracia Querejeta, ¿cómo ha ido?

En el cine, el resultado final depende de la dirección, por eso es tan importante elegir con qué director quieres trabajar, estás a su servicio. La película es del director. Siempre he pensado que los actores somos vehículos para contar las historias de los directores o de los guionistas. Obviamente, durante el proceso de trabajo estás ligada de forma constante y continua al personaje, receptiva a cualquier sugerencia o elemento que te pueda ayudar a desarrollarlo, que puede ser la música, la pintura, referencias visuales o cinematográficas, literatura,… Para Invisibles le pregunté a Gracia por alguna referencia y ella me miró con cara de decirme “tranquila, vas a descubrir lo que es trabajar conmigo”. Lo he descubierto, y estoy muy contenta, espero volver a repetir en alguna otra ocasión.

A Gracia le gusta mucho trabajar con los actores. Estuvimos durante unas semanas leyendo, leyendo, leyendo, riéndonos mucho porque era muy divertido como mujeres reunirnos y hablar, daba pie a conversar sobre temas que nos interesan a todas, de anécdotas que hemos vivido,… se creó una complicidad entre nosotras que, creo, está después en el resultado final.

Con Nathalie Poza ya habías coincidido en Julieta y 70 Binladens. ¿El hecho de haber trabajado con alguien, aunque sea en registros totalmente distintos como en la película de Koldo Serra, beneficia cuando vuelves a coincidir con esa persona?

Te sirve a nivel humano porque conoces a tu compañera y hay una complicidad, pero en este trabajo siempre estamos empezando porque, realmente, cada personaje es nuevo, los elementos a los que tienes que recurrir son desconocidos, tienes que buscar e investigar cada vez, las relaciones que se crean entre los personajes están naciendo en cada ocasión. Lo bueno es que cada trabajo te va sorprender. Y en ese sentido, Nathalie siempre sorprende.

Rodaje de «Invisibles». Foto: Jesús Casillas.

¿Cómo compones tus personajes? ¿Cómo has ido construyendo a la Elsa de Invisibles?

Trabajar con Gracia Querejeta es muy sencillo y muy fácil porque tiene muy claro lo que quiere hacer. Invisibles es una película que lleva gestando hace años y sabía a la perfección lo que quería contar y los personaje de los que hablaba. Entonces, para mí, en esta ocasión ha sido como ponerme a su servicio, tratar de entender lo que quería hacer y dejarme llevar por su dirección. Ha sido un gustazo. Tenía por un lado el miedo de no saber muy bien por dónde estás yendo, pero por otro lado la confianza, que es fundamental cuando trabajas con un director, me llevaba a lugares de mí misma que me sorprendían. Y eso me ha gustado mucho.

¿Eres una actriz que sueles proponer cosas a los directores?

Sí, siempre, alguna cosilla… Los personajes nacen de algo orgánico, de una emoción, de un sentimiento, nacen de uno mismo en definitiva, entonces siempre hay algo que aportar. Siempre se te ocurre algo, o formas de decir las cosas, y en Invisibles también ha pasado. Gracia, además es una mujer flexible y abierta a la hora de trabajar, no es alguien con un guión hermético, y si la propuesta le gustaba la incorporaba. Y eso que este guión estaba muy bien escrito y muy trabajado, y está prácticamente todo respetado.

Elsa de Invisibles y la teniente Mónica Ortiz de Néboa son dos personajes muy diferentes, al menos a priori. ¿Lo fueron, también, sus rodajes? ¿En qué medida les afecta?

Los personajes forman parte de un proyecto. Y el proyecto te implica y te importa. Néboa es una serie que se rodó en Galicia durante cinco meses, ocho capítulos, un rodaje muy duro, no teníamos tiempo. No tiene nada que ver con Invisibles. No era algo tan delicado, era muy intenso. Aquí nos fuimos a rodar a Cáceres, tuvimos la gran suerte de que el tiempo nos acompañó porque todo son exteriores en un parque y era un riesgo si empezaba a diluviar. En ese sentido fue sencillo y agradable. Pero, también es verdad, que técnicamente no era tan sencillo. En cada uno de los paseos de la película llevamos una cámara delante con un equipo técnico que camina hacia atrás y eran secuencias muy largas. Teníamos que ir hablando, midiendo el ritmo del texto con el del caminar y que se ajustara a los recorridos. De hecho nos fuimos antes de empezar el rodaje a Cáceres para ensayar todas las secuencias que tenían cierta dificultad.

¿Cómo te llevas con tus personajes?

Me los llevo a casa durante el proceso de trabajo. Pero una vez que se termina esa película, esa serie o esa obra de teatro, es verdad que hay un tiempo de reajustarte, de retomar posiciones, de volver a colocarte en tu lugar, pero regreso a mi vida cotidiana, sin ellos.