Ramir Calvo. Foto: Beatriz Galiana.

Soy Ramir Calvo Cubedo y nací el día de San Juan (¡por fin declarado festivo!) de 1976. Fui a la Escola Gavina de Picanya, una cooperativa de enseñanza donde el valenciano era la lengua vehicular. Hice B.U.P. y C.O.U. en el Luis Vives y, posteriormente, me licencié en Ciencias Políticas y de la Administración en la Universidad Autónoma de Barcelona.

Tras volver a València me matriculé en Periodismo en el C.E.U. San Pablo. Aunque no acabé allí la carrera (terminé haciendo Comunicación Audiovisual a distancia), durante aquella experiencia sucedieron dos hechos muy importantes en mi vida. En primer lugar, empecé a colaborar/trabajar en Ràdio Manises. Durante más de diez años desempeñé casi todas las funciones que se pueden desarrollar en una emisora: redactor, locutor, productor, técnico, conductor de unidad móvil e, incluso, archivero. También hice programas dedicados a la world music (El núvol), los ritmos negros (La cava), la música valenciana (El contrapunt) y participé en programas deportivos (Tarjeta roja) y de actualidad/humor (¡Cómo está el patio!).

Por otra parte, en el campus de Moncada conocí a Pere Aznar. En una de nuestras primeras conversaciones me prometió llevarme con él cuando tuviera un proyecto propio. Pues bien, ya ha cumplido en dos ocasiones. Meses después de aquel compromiso, ambos compartíamos micrófonos en “El repetidor”, espacio nocturno diario que se emitía en LP Radio. Y ahora trabajamos en el mismo plató: él como presentador y yo como ambientador musical del programa de televisión Assumptes interns de À Punt.

Antes de esta loca experiencia en la pequeña pantalla, tuve el placer de trabajar en la desaparecida discográfica Mésdemil junto a Andreu y Carme Laguarda y Tubal Perales. Desde una oficina-casa en lo alto de Benaguasil bregábamos para que se escucharan las canciones de Tito Pontet, Josep Aparicio “Apa”, Abraham Rivas, Candela Roots o Urbàlia Rurana.

Casi al mismo tiempo conocí a Armand Llácer, quien se ha convertido en compañero de mil batallas en las agencias de comunicación Tenda de Campanya (antes) y Amanta (ahora). Gracias a su confianza he participado en iniciativas culturales como los Conciertos de Viveros, la Feria Valenciana de la Música Trovam-Pro Weekend, el ciclo de pop y rock del Palau de la Música de València, el festival Music Port Fest, el día minimúsica, la XV Bienal de Música de Buñol, decenas de actuaciones (Gener, Miquel Gil, Zenet), lanzamientos de discos (L’Emperador, Frida, Saï Saï) y exposiciones (Universidad Politécnica de València; Espai d’Art Contemporani El Castell de Riba-Roja de Túria).

Aunque desafino y soy incapaz de acertar una nota en la guitarra, la música se ha convertido en un elemento fundamental de mi vida profesional. Así, durante un año y medio me encargué de la programación del espacio Caixa de ritmes de la nueva radio autonómica valenciana.
Asimismo, tengo una vertiente (micro)filantrópica y he participado en más de doscientos proyectos de financiación colectiva. De esta manera, con mis modestas aportaciones he colaborado en la publicación de libros, revistas y discos, en la realización de películas y documentales, así como en la celebración de ferias y fiestas populares.

Por último, los jueves, viernes y/o sábados es fácil encontrarme en alguna de las salas de conciertos de València. Sobre todo, si suena rock, rhythm & blues, soul, funk, rap, reggae, jazz, blues, americana…

 

Un disco: En casa de mis padres sonaban las canciones de Raimon, Al Tall, Ovidi Montllor, Lluís Llach, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Quilapayún, The Beatles y Leonard Cohen, entre otros. Agradecido por (gran parte) de esa herencia, el primer grupo que hice “mío” fue los Ramones. Y, como tengo que elegir, me quedo con el debut homónimo de la banda gracias a ese trío inicial que forman «Blitzkrieg Bop”, “Beat on the Brat” y “Judy is a Punk”. Y sí, yo también los vi en Arena Auditorium.

Una película: Fui incapaz de contener las lágrimas la primera vez que vi Cinema Paradiso. (Alerta spoiler) Aquel rollo de fotogramas pegados que contenía los centenares de besos cercenados por la censura me dejó clavado en la butaca (Fin del spoiler).

Entre las últimas películas que he “gozado” destacaría El sacrificio de un ciervo sagrado, The Florida Project y Cold War. Sin embargo, las cintas que más veces he visto en mi vida son El increíble hombre menguante (que en mi niñez rebauticé como “el hombre bajito”) y Con el culo al aire (Ovidi Montllor de fallera, Joan Monleón de Papa Luna y Caco Senante de Agustina de Aragón encerrados en un psiquiátrico no tienen precio).

Un montaje escénico: El espectáculo de marionetas Tirant lo Blanc de L’Entaulat Teatre estrenado en abril de 1986 en el Escalante. Los responsables de la compañía, Manel Cubedo y Rosa Gómez, eran (y son) mis tíos, así que pude asistir a varias funciones e, incluso, participar en algún momento puntual. También me impactaron El somni de Mozart en el Teatre Nacional de Catalunya (1998), Faust 3.0 de La Fura dels Baus en el Teatro Principal (1999) y Nascuts culpables de Moma Teatre (2000). Más recientemente, destacaría Dona no reeducable del Teatre Lliure (2017), El Cant Espiritual de Ausiàs March por Carles Dénia (2018) y Animal de séquia de Sol Picó (2019).

Un libro: Dedico más horas a la lectura de ensayos que a la narrativa. Últimamente, las páginas de Ciudadano Zaplana, la construcción de un régimen corrupto del periodista Quico Arabí me han provocado una úlcera de estómago (en sentido metafórico). No tanto por la megalomanía del personaje (que también), sino por la descripción de un sistema basado en el amiguismo, la apropiación de recursos públicos y la manipulación informativa que se reproduce en el espacio y el tiempo. En el terreno de la ficción, disfruté mucho con las andanzas por Europa, los extraños compañeros de viaje y las reflexiones sobre la historia y el mundo contemporáneo de Joan Benesiu en Serem Atlàntida.

Una serie de tv: La familia Monster gracias a las emisiones de La bola de cristal. Cada sábado, mi hermana y yo nos vestíamos frente a la televisión para no perdernos ni un solo minuto de las andanzas de estos monstruos incomprendidos. También doy gracias a TV3 por emitir los capítulos de Sí, ministre, Els Joves, L’escurçó negre y Allo, allo (todas ellas de la BBC).
Entre la avalancha de series y plataformas que dominan el consumo de televisión actual recomendaría The Wire, Treme, algunos episodios de Black Mirror, The Night Of, Transparent y la primera temporada de Goliath.

Una serie de dibujos de tv: Padre de familia. Sarcástica, excesiva y punzante, soy incapaz de cambiar de canal si me encuentro uno de sus episodios en la tele. No me extraña que las asociaciones estadounidenses que velan por la “decencia” de los medios la tengan en su punto de mira.

Una revista: Hace muchos años que todos los meses compro la Rockdelux. Aunque su prioridad sea el pop-rock independiente, me gusta que sus páginas sean permeables a otros estilos y tendencias (incluso al reggaetón). Ruta 66, Mondosonoro y Enderrock también forman parte de mis fuentes de información musical. Para otras cuestiones, estoy atento a los temas que aborda Vanguardia Dossier y soy suscriptor de la Revista 5W sobre actualidad internacional.

Un icono sexual: Soy uno de los “damnificados” por los bailes y saltos de Sabrina en la Nochevieja de 1987. Los cómics de Robert Crumb hicieron el resto. Quizás por eso me atraen las redondeces: Marilyn Monroe, Jayne Mansfield, Sophia Loren, Monica Bellucci, Valeria Marini, Sofía Vergara, Beyoncé, Ashley Graham, etc. Creo que ha quedado claro.

Una comida: La paella valenciana de mi padre y la coca de verduras de mi madre (no me hagan elegir). Y, de postre, una tarta que hacía mi abuela con chocolate, leche condensada y bizcocho. Era una perfecta obra de ingeniería de varios pisos que llamábamos “pasteló”.

Un bar de Valencia: Mi cultura de bar se forjó en el barrio del Carme de los años 90: El Forn, Balada, Vito Lumbaghi, Pinball, La Marxa. También en el Jimmy Glass, el So What y, sobre todo, el Santa Cruz (actual Monterey). Más alejados del centro, El Asesino en El Cedro y El Glop de Benimaclet. Actualmente, una buena ruta incluiría unas tapas en el Gardens (Ruzafa) o La Taverna d’Enric (El Carme), unas cervezas en Splendini (junto a la Estación del Norte), Centro Excursionista (Arrancapins) o La Cava del Negret (El Carme) y un concierto en el 16 Toneladas (junto a la estación de autobuses). La noche podría acabar en el ValRock (al lado de la Finca Roja), donde he pinchado decenas de veces.

Una calle de Valencia: La calle de La Paz, desde el Parterre en dirección a la plaza de la Reina con la torre de Santa Catalina al fondo. En el momento preciso, el sol proporciona una bonita postal de este rincón de la ciudad que aúna dos siglos de historia.

¿Con quién te tomarías un vermut? Con John Oliver y su equipo de guionistas. Estoy enganchado a la forma en que explican la actualidad y admiro su capacidad para desentrañar los mecanismos que utilizan las élites políticas y económicas. Aunque la mayoría de sus comentarios se centran en los Estados Unidos, creo que muchos de sus análisis se pueden extrapolar a las democracias liberales de economía capitalista.