Foto: Eva M. Rosúa.

De siempre, el binomio taxista-deporte ha sido recurrente en el anecdotario español, ya fuera como escenario de confidencias verídicas o, simplemente, recurriéndolo como cómica metáfora de la realidad: taxistas contando primicias o dirigentes aprovechándose de la hipérbole para sus evasivas respuestas a comprometidas preguntas.

Infinidad de situaciones en esos turismos, antes negros y ahora mayoritariamente blancos, incuestionables referentes en la intrahistoria de nuestro deporte, pudiéndose destacar quizás un par, por la singular trayectoria del recorrido de la carrera.

Finales de la década de los setenta, y un chaval de quince años, campeón de natación de Castilla y prometedor jugador de balonmano, irrumpe descaradamente en el mundo de la canasta: el entrenador del equipo de baloncesto de su colegio, el San José, recomienda al Estudiantes su fichaje. Su progresión en el equipo “demente” resulta meteórica, contribuyendo decisivamente a la consecución del campeonato de España juvenil. De ahí, al equipo junior e, incluso, el míster Codina le hace debutar en el primer equipo estudiantil. Y todo, en menos de dos años. Un auténtico ciclón, codiciado ya por los clubes más importantes de España, el Real Madrid y el FC Barcelona. Estos, ávidos de un pívot de sus características y sabedores de la baza de la proximidad geográfica de los blancos, preparan una irrechazable oferta económica para el jugador.

Confiados en su crematística estrategia, la entidad azulgrana envía a un dirigente a negociar en Madrid con la familia. Tras el vuelo toma un taxi en Barajas, indicando la dirección exacta del domicilio. Llegados al destino, el directivo se sorprende de estar en uno de los barrios residenciales más lujosos de Madrid, el Parque Conde de Orgaz, y, sin siquiera descender, resignado ante la obvia irrelevante influencia de su propuesta en ese pudiente entorno familiar, solicita su inmediato regreso al aeropuerto El taxista continúa, pues, la marcha, no sin antes preguntarle:

– ¿Cómo decía que se llamaba el chico?

– Fernando Martín.

Verano de 1995, El Real Zaragoza realiza su pretemporada en los pirineos oscenses. En su plantel aún continúa Geli, flamante campeón de la Recopa europea el curso anterior, con el famoso gol de Nayim al Arsenal en la final. Por poco tiempo. Es 1 de agosto y Geli abandona la concentración y toma un taxi rumbo a la capital maña, para formalizar su nuevo traspaso. En el trayecto, escucha por la radio el descenso del Celta y Sevilla a Segunda División por retrasos en pagos. Súbitamente, Geli indica al taxista que se detenga en un área de servicio para poder telefonear. Regresa al taxi y le solicita su inmediato regreso al hotel de concentración. El taxista continúa, pues, la marcha, no sin antes preguntarle:

– ¿A qué equipo, decías, te traspasaban?

–  Al Celta.