María Galiana en «El abrazo». Foto: Geraldine Leloutre.

Una mujer, Rosa, y un hombre, Juan, ambos de avanzada edad y antiguos amantes, se reencuentran después de casi una vida en la que su deseo del hijo que nunca tuvieron sigue vivo. Ese mismo día un hombre aparece feliz en la puerta de Rosa. ¿Es real o un sueño imposible? Lo que sí es es la sinopsis de El abrazo (Teatro Olympia, del 6 al 10 de octubre).

María Galiana (Sevilla, 1935) es esa Rosa y comparte escenario con Juan Messeguer y Jean Cruz, dirigidos por Magüi Mira, que adapta una obra original de la sueca Christina Herrström. María, muy popular por su papel de Herminia en la serie Cuéntame e inolvidable por la película Solas (Benito Zambrano, 1998) con la que ganó un Goya, ejerció durante muchos años como maestra.

¿Qué es El abrazo?

Esta obra la vio Magüi Mira en Avignon y le gustó mucho. A mí, la nuestra, me parece una versión muy original, casi de realismo mágico, pero con toques también de humor. Dos amantes antiguos, ya viejos, Juan Messeguer y yo, que se encuentran al cabo de los años, no renuevan aquel amor de cuarenta años antes, pero sí tienen en su subconsciente ese hijo que planearon tener pero no llegó a concebirse. Y, de repente, aparece un personaje, que lo hace Jean Cruz, en el que ellos creen, de alguna manera, poder encontrar ese sentimiento de paternidad y maternidad que tuvieron antes. A lo largo de la obra se va desarrollando la relación de esta pareja con este chico, pero también están presentes otros temas como la inmigración, por ejemplo. Yo estoy todo el rato, las cuatro escenas de la obra, en el escenario. Estoy muy encantada con la obra.

Repite con Magüi Mira después de la reciente Penélope.

Me ha encantado volver a trabajar con Magüi. Me entiendo muy bien con ella, tenemos unos puntos de vista muy parecidos respecto a la interpretación y la manera de concebir las funciones. Me parece que es una extraordinaria directora. No tiene ningún ego, es una más que está con nosotros al pie del cañón, admite sugerencias…,

En Penélope estuve muy a gusto con ella. La hicimos en Mérida en agosto del año pasado, solo con el 50% de aforo, pero al ser de 3.000 personas pudieron venir 1.500 y estábamos encantados (risas). Estuvimos diez días, cuando lo habitual en Mérida son cinco. Tuvimos que prorrogar porque gustó mucho. Belén Rueda y Jesús Noguero, que eran los protagonistas, estaban muy bien. Yo tenía un papel bastante importante. Fue un exitazo.

Cuando entrevistamos a Gabino Diego por Los mojigatos, también dirigida por Magüi Mira, nos confesó que para él era muy bueno que ella, además de directora, fuera actriz, que conociera el oficio desde dentro.

Creo que coincido con él, aunque hay de todo. Hay directores que no han sido actores, pero tienen una comprensión de la interpretación o de lo que quieren sacar del actor muy clara, aunque ellos no sepan hacerlo. Ahora bien, cuando un director o directora ha sido, o es, actor o actriz, es todo mucho más fácil todavía porque entonces está completamente inmerso en lo que es el personaje y te lo puede comunicar, o debatir contigo si hay aspectos en los que discrepas o lo que sea, te aclara las dudas.

El escenario de El abrazo es muy aséptico. ¿Esto beneficia a los actores porque toda la atención se fija en ellos o puede perjudicarles el hecho de que no tengan esa referencia escénica?

No hay nada, lo hacemos casi a pelo (risas). Es cierto que quizás es difícil en el sentido de que estás vendida porque no hay nada más que un sofá. Te sientas y te levantas ochenta mil veces (risas), aunque no resulta nada reiterativo en ningún momento gracias al trabajo de Magüi Mira. Es un riesgo, pero un riesgo muy bonito de aceptar. No hace falta tener apoyos permanentemente, te lanzas. En los ensayos es difícil porque no sabes muy bien lo que hacer. Pero luego si estás compenetrada con el papel no hay problema. A mí se me olvidan hasta donde tengo las manos (risas). Hay gente que pregunta qué hacer con las manos en una situación similar y yo es que ni me acuerdo. Estoy en lo mío y no me resulta especialmente difícil, lo digo con sinceridad.

En el año 2000, Rut Suso Melero y Leticia P. Rivillas publicaron el libro María Galiana. La vida por delante. En él decía usted que «siempre tuve una absoluta seguridad sobre las tablas, nunca me ha dado miedo salir al escenario, nunca me he puesto nerviosa, nunca me ha importado un estreno».

Y así sigo. No sé si tendrá que ver el hecho de haber estado dando clase, hace muchos años cuando empecé, sobre una tarima, pero salir al escenario no me produce ningún tipo de nerviosismo, sino que realmente me siento muy a gusto, muy bien, no me cuesta ningún trabajo, francamente. Lo digo tal y como lo siento. En el escenario estoy como en mi casa. No miro jamás al público, para mí la cuarta pared existe totalmente. Hay actrices y actores que en un momento determinado miran a la gente y ven que en la tercera fila hay alguien mirando el móvil, o lo que sea, yo no soy capaz. Siempre, siempre, existe la cuarta pared. Funciona el escenario como si estuviera cerrado, con lo cual no me es nada incómodo.

Llega a los personajes que tiene que interpretar más por la vía intelectual que por la sensitiva.

Para mí la cabeza va por delante de los sentimientos, estos ya vendrán después. Es mi manera de actuar, hay quien va de dentro hacia fuera, se mete en el personaje y luego ya busca cómo se comporta. Yo lo hago al revés. Lo estudio, lo analizo, lo desmenuzo, pienso los por qué de lo que dice, las causas por las que habla de esa manera… una vez estoy en ese terreno de entendimiento ya lo siento mío y lo que dice ese personaje es la verdad para mí.

Siempre ha reivindicado el carácter formativo del teatro y lo recomendable que sería que fuera una asignatura obligatoria en los coelgios.

Siempre lo he dicho y lo he defendido. En Reino Unido, en Inglaterra, el teatro es una asignatura más y desde muy pronto. Y es muy importante porque supone una introspección de los chavales en vidas y personajes que les son ajenas con lo que aumenta su comprensión y tolerancia hacia los demás. Eso por un lado, pero además, es que realmente alcanzan un nivel en el que son capaces de interpretar cualquier cosa porque ya están acostumbrados desde pequeños a hacerlo.

¿Hubiera sido María Galiana una buena profesora de teatro?

No lo sé. Soy muy exigente, me hubiera costado mucho trabajar y enseñar a interpretar a una persona a la que he descubierto que no tiene capacidad para eso. No creo que el actor se hace, nace y luego se perfecciona, aprende técnicas, va creciendo, pero la semilla primera la tiene que traer, es un don que se tiene o no se tiene, como cantar.

Hablando de teatro, estuvo a punto de trabajar con La Fura dels Baus.

Sí, fue en Ombra, sobre García Lorca. El mío era el único personaje digamos realista, era el ama que había estado con Federico y lo contaba, estaba todo el rato en el escenario. Pero en ese momento trabajaba como profesora en Andalucía y no conseguí la excedencia que necesitaba como docente, tenía que haberme reclamado la Generalitat de Catalunya, pero al Consejero de Cultura no le dio la gana (risas). No me podía arriesgar a dejar el instituto en el que daba clases por aquello que no sabía lo que iba a durar. No era un contrato por año y medio o dos años, era un proyecto muy bonito, pero no se sabía cuanto duraría. Y no lo hice al final.

¿Cómo lo hace para compatibilizar las grabaciones de Cuéntame con las funciones de El abrazo?

Llevo ya veinte años en Cuéntame y tienen una consideración conmigo extraordinaria y me ponen todo mis secuencias en los días que estoy libre. Esta semana, por ejemplo, las grabaciones de Cuéntame, son lunes y martes y el miércoles me voy a València hasta el domingo. En noviembre, estaré dos o tres semanas en Barcelona con la obra. Como los domingos la función es a las 18.30h, en cuanto acabo cojo el AVE a Madrid (risas). Allí grabaré lunes, martes y miércoles, y el miercoles a mediodía me vuelvo a Barcelona donde esa misma tarde haré función y me quedo hasta el domingo (risas). Mientras dios quiera y tenga la cabeza bien, toco madera, haré todo lo posible por seguir trabajando.