María León es Yerma en La pasión de Yerma (17 y 18 de enero, doble función el segundo día, en La Rambleta), versión actualizada del clásico de Federico García Lorca, escrita por Lola Blasco (Premio Nacional de Literatura Dramática 2016) y dirigida por Pepa Gamboa (La casa de Bernarda Alba, interpretada por mujeres gitanas de un poblado chabolista). En el escenario, junto a ella, Críspulo Cabezas, Lucía Espín, Diego Garrido y Mari Paz Sayago. La dirección musical es cosa de Rosario La Tremendita.
¿Cómo llegaste a La pasión de Yerma?
Fue una suerte para mí, se juntaron las energías y Pepa Gamboa pensó en mí. Dio la casualidad de que yo estaba buscando un proyecto de teatro porque era lo que me apetecía después de tanto tiempo haciendo una serie de televisión. Lo necesitaba como actriz y para mi sorpresa parece que Pepa me sintió, me llamó y me dijo que tenía una versión maravillosa de la Yerma de Lorca, escrita por Lola Blasco. La leí y me fascinó.
¿Qué aporta esta versión al universo lorquiano?
Actualidad. Siempre la ha tenido porque Lorca no tiene fecha de caducidad, pero no hay que olvidar que nunca lo tuvo fácil para escribir. En esta versión se comprueba que tiene mucho que ver el mundo lorquiano con la época en que vivimos, en algunas cosas por desgracia y en otras por suerte.
¿Representar a Lorca hoy en día tiene una segunda lectura más allá de la teatral?
No hay esa intención. Lorca es algo que tiene que estar en los escenarios, nunca se debe dejar de representar, debe prevalecer en la historia y cultura del país. Hacer un Lorca debería ser algo normal, sin necesidad de reivindicar nada.
¿Cómo ha sido trabajar con Pepa Gamboa?
Una gozada. Pepa es un viaje. No sabría describirla. Lo he disfrutado mucho, estar y trabajar con alguien tan especial, con una mirada sin caducidad, con una cabeza y una mente tan libre a la hora de crear. Contar esta Yerma de su mano ha sido alucinante. Es una fuera de serie, una geniala, y a los genios es muy difícil entenderlos a veces, pero es muy gustoso acompañarlos. Quiero pensar que Lorca, si nos viera, hubiera celebrado no solo el hecho de que hayamos hecho esta representación, sino del proceso que hemos vivido montando la obra.
¿Has sido disciplinada con el texto o has propuesto cosas para tu Yerma ?
Suelo volver loco a todo el mundo porque propongo muchísimo y me implico la que más. En esta obra le propuse a Pepa todo el viaje emocional que vive Yerma y le encajó perfectamente porque creo que entendí lo que quería contar y su manera de hacerlo. Con Pepa me entendí muy bien, eso sí la he vuelto loca y le he propuesto todo lo que he podido y más, pero siempre escuchando, observando y oliendo su mirada, porque realmente es ella quien está montando el espectáculo. El texto lo he respetado, no se podía cambiar. Primero porque estaba muy bien escrito y cuando eso ocurre, como actriz, lo que hay que hacer es interiorizarlo. Y, también, porque Lola ha conseguido algo muy bonito, mantener los textos de Lorca, y yo eso me lo gozo mucho.
¿Cuál ha sido tu relación con Lorca a lo largo de tu vida?
De pequeña, en el colegio, lo poco que te ponen en contacto con su obra. A Lorca lo recuerdo en mi casa, en la estantería de libros de mi tío. Pero, sobre todo fue en la escuela de teatro, que me lo bebí entero. Allí tuve mi primera conexión con Lorca, con sus obras, con su universo, descubriendo un mundo común con él.
¿Te gusta que los personajes que interpretas, y sabes que van a tener cierto recorrido temporal, evolucionen? Hablando más concretamente de tu Yerma, ¿crees que por las reacciones que captes del público o porque lo vayas haciendo más tuyo, acabará siendo diferente la Yerma del día del estreno de la que se irá viendo en otras ciudades?
Me parece una pregunta muy buena. Yerma tiene su propio latido y hasta su propia manera de caminar y yo cada vez que me pongo a funcionar con ella, me sorprendo. Me sorprendo con lo que le pasa porque, a veces, le pasan cosas que una no premedita. Pero sí que es verdad que a ella la quiero tanto, la comprendo, la entiendo, que la tengo como en un joyerito, y cuando salgo y hago la función intento respetarla tal y como ella me ha pedido que le sucedan las cosas. Esto lo he ido descubriendo en los ensayos. La tengo tan humanizada que me cuesta moverla de todo lo que ya le ocurre, porque pasa un proceso bastante importante, su viaje emocional es extremo y llego a muchos sitios con ella. El cuerpo lo he estirado como un chicle para ver todas las posibilidades que le pueden caber. Se lo he entregado enterito.
¿En qué medida cada vez que haces un personaje nuevo reconoces aspectos, detalles,… de otros que has interpretado anteriormente y los acabas incorporando? ¿Te ha ocurrido con Yerma?
Noto que compartimos cosas. Como todos los personajes que interpreto salen de mí, noto referencias o recuerdo situaciones por las que han pasado otros a los que he dado vida. Dijéramos que comparten espacio porque pasan por un mismo instrumento, que soy yo, y enseguida lo detectas. Pero no tienen nada que ver uno con el otro. Cada uno tiene su lugar, esto es como las personas, cada uno está hecho de una forma. Como yo digo, cada uno con sus caunás. Mi Yerma es única, ha podido pasar por los mismos sitios que, en algún momento, Pepita, la de La voz dormida (Benito Zambrano, 2011, película con la que ganó un Goya), pero ni es el mismo momento ni tienen nada que ver entre ellas. Como referencia sí hay una conexión, pero nada más. Intento crear cada personaje de manera independiente, desde su manera de caminar, de pestañear,… y sobre todo desde su manera de sentir. El motor de cómo sienten, cómo aman y se mueven, define cómo tomar las demás decisiones.