Son muchas las virtudes que tiene Madonna, de la Cia Patricia Pardo (vista este fin de semana en el Teatre El Musical), los textos, la puesta en escena, el espacio sonoro, la iluminación, la dramaturgia o, por supuesto, las interpretaciones. En este último apartado resulta hipnótico el trabajo de Mari Marcos. Su expresividad gestual le permite, a veces con pequeños movimientos casi imperceptibles, a veces remarcados intencionadamente, dosificar un gag, interactuar con sus compañeras de reparto, transmitir estados de ánimo, prolongar un instante cómico o arrancar la carcajada en el público, entre todo un universo inagotable. Siempre en el punto justo evita durante toda la obra que la exageración o la sobreactuación arrolle a un personaje que podría caer en esas temerosas garras fácilmente. Mari Marcos condensa sobre las tablas la tradición circense y la teatral, domina su lugar en el espacio y el tempo narrativo, y sobre todo integra ese talento en el conjunto, sacando oro de las conexiones que surgen con el resto de intérpretes.