«Spiritual Boyfriends» (Nuria Guiu). Foto: Alice Brazzit.

Nuria Guiu nos dejó clavados en los asientos, y con la boca y los ojos bien abiertos, cuando visitó el desaparecido festival Tercera Setmana con Likes en 2018. Un año después volvió con la misma pieza a Dansa València. Certamen al que regresa ahora con Spiritual Boyfriends (Carme Teatre, domingo, 18 de abril, 18h). Un solo de danza «que gira en torno a la relacion cuerpo-poder. La espiritualidad y específicamente la práctica del yoga es el marco contextual utilizado para cuestionar las políticas de poder en relación con el neoliberalismo y los cuerpos disciplinados».

¿Qué relación guarda Spiritual Boyfriends con Likes?

De alguna forma es una continuación. Hay un hilo que une a ambas piezas, aunque obviamente en Spiritual Boyfriends lo trabajo de otra manera. Pero sí tienen una relación sobre la idea de cómo los cuerpos se expresan y cómo creamos unas gestualidades, cómo repetimos formas corporales, que a veces se traducen en estereotipos, en cuerpos normativos, en formas de poder o de pensar y vernos.

Esa relación entre poder y cuerpo es uno de los ejes sobre los que gira la obra.

En Spiritual Boyfriends sobre todo se trabaja la idea de cuerpo y poder. Cuando hablo de poder me refiero al de las imágenes, de la corporalidad, de la disciplina que a veces nos autoimponemos a través de varios patrones. Sobre todo lo enfoco desde ese poder autoimpuesto como forma de disciplina, que no es que nos la apliquemos libremente, sino que es la sociedad quién nos hace creer que es así. Y no somos tan libres como pensamos, sino que está definidas por un contextos social, cultural e histórico.

El yoga es el marco argumental y contextual de la pieza. Hablas de que se ha «occidentalizado», de una práctica espiritual convertida casi en una práctica física, de su cercanía al neoliberalismo.

Tengo formación de yoga y una experiencia muy cercana con la danza porque soy bailarina de toda la vida. Para mí era interesante hablar desde lugares que yo transito corporalmente. Generar reflexiones entre ambos. Escogí el yoga porque tengo un conocimiento del mismo, de practicarlo y enseñarlo. Existen una serie de campos y conflictos que se cruzan como en toda práctica. El yoga, en especial, me pareció que era un nexo donde se cruzaban varios cánones. Me interesaba reflexionar sobre cómo a partir de una práctica espiritual que tiene mucho que ver con el entrenamiento del cuerpo, se canaliza en unas formas corporales muy específicas que no pueden escaparse de conceptos como la belleza, la terapia, los accesorios, las dietas, los regímenes corporales. Más allá de la práctica espiritual, todo esto entronca directamente con la sociedad del capital y el consumismo, y como el yoga no puede escapar de ello.

¿Cuánto tiene Spiritual Boyfriends de fusión entre la autobiografía y la ficción?

Siempre intentó colocar un punto autobiográfico o personal en mis trabajos porque cualquiera de mis creaciones surgen de un lugar que me toca en primera persona, nunca es de un lugar académico. Parto de un punto que me he encontrado en mi vida. A partir de ahí, creo un contexto más social, cultural, histórico,…que permite otra entrada al trabajo que no sea solo mi vida expuesta en escena, también para protegerme, aunque a veces es una manera muy directa de llegar a la gente. Me interesa colocar esas dos capas, autobiografía y ficción, juntas porque al mismo tiempo generan proximidad y distancia y así nos colocamos todos, el público y yo, en un mismo lugar.

¿Qué papel juega Internet en este trabajo?

Internet no está separado de nuestro día a día, hay un flujo cotidiano que va de uno a otro. Un diálogo entre ambos espacios. Y en este caso, internet sí ha potenciado ciertas formas de comportarse y de la exposición y representación del cuerpo y, hablando claro, de cómo creamos nuestra identidad a través de las redes sociales. Tiene mucho que ver con la mirada, cómo miramos al otro, con ese ojo observador en nuestras pantallas de móviles nos convertimos en voyeurs del mundo. Al mismo tiempo, Internet nos observa a través del big data y nuestra información pasa a ser controlada y manipulada y revierte en la idea del cuerpo capitalizado de la que hablo en «Spiritual Boyfriends».

Resulta muy interesante acceder al proceso creativo de la obra gracias al material e iconografía de búsqueda y reflexión que compartes en tu web. Además, parte aparece también en la misma pieza.

No sale lo mismo en la web y en la pieza. En la web se recoge el proceso de investigación cronológico tal y como yo lo hice. En escena, hay una propuesta más artística con parte de esas imágenes.

Para mí esto es muy importante. Es mi forma de ser y trabajar. No soy nada elitista. Cuando pienso en las piezas lo hago también en cómo llegar a la gente, a todos los públicos. No intento hacer arte para artistas. Tengo una mirada sobre el trabajo pensando en qué pasaría si viniera mi hermano, si lo viera mi abuela…Nunca puedes contentar a todo el mundo, pero para mí es importante abrir una puerta para que la gente pueda entrar en el trabajo.

Una vez concluyes esa parte de investigació antropológica y de documentación, ¿trabajas a partir de ello empleando códigos propios del arte y la danza o lo asimilas y emprendes el camino creativo, digamos, sin ataduras.

Hago un proceso de investigación con las imágenes, con bibliografía, incluso de tener una experiencia con ese material directo como en el caso del yoga. Luego eso me lo llevo a escena y me permito desbordarlo. En algunos momentos lo coloco de forma literal, lo más neutro posible, el material crudo como yo lo he encontrado e investigado. Pero luego está la diferencia entre ser un científico y un artista. Un científico no se podría permitir este desbordamiento del material, mientras que el artista sí puede crear nuevos imaginarios que se desplazan de la investigación. Y eso me parece muy bonito e interesante.

En Spiritual Boyfriends cuentas con la colaboración de Esther Freixa y Sònia Gómez en el asesoramiento artístico y de Lluc Ubach como acompañamiento en dramaturgia.

Tanto Esther Freixa como Sònia Gómez han ido siguiendo mi trayectoria. Para mí es muy importante tener gente de confianza, que me conoce como persona y como artista. Yo soy muy de tirar millas cuando estoy con un trabajo, tengo la idea, el concepto y me pongo en el estudio. Entonces les invito puntualmente para que me hagan una mirada externa que considero importantísima, son como un espejo, la gente que te abre el diálogo y te hacer verte a ti misma desde fuera y replantearte muchas cosas. Me he sentido muy acompañada por las dos.

Lluc Ubach entró más a final del proyecto, pero fue muy crucial. En Spiritual Boyfriends se cruzan muchas cosas, texto, imagen, videoproyección, movimiento, gestualidad. Hubo un momento en el que me costaba mucho encajar el texto, la palabra, dentro de todo esto. Y la ayuda y la visión de Lluc, que viene de un aspecto más dramatúrgico-teatral, fue muy importante.

¿Qué importancia tiene el humor en esta obra?

En Spiritual Boyfriends también está, aunque de una manera diferente a Likes. Mi propósito no es hacer reír a la gente, sino de yo tomarme muy en serio lo que estoy haciendo y crear situaciones que el público reconozca haber vivido y se sienta identificado. No les empujó a la carcajada, sino que la situación creada es de tal intensidad que se le da la vuelta y se vuelve irónica y satírica. Es como el humor que nos acompaña en nuestras vidas, una forma de supervivencia. Y más ahora.

Tus trabajos tienen una fuerte carga de fisicidad. ¿Cómo se gestiona ese desgaste físico con el desgaste mental que supone estar interpretando una pieza creativa en la que, además, tienes una responsabilidad más allá de la ejecución?

Es todo un tema. Si eres intérprete para otro creador puedes enfocar todo tu esfuerzo en aquello que tienes que hacer, en el cuerpo. Pero en el momento en que eres directora y performer de tu propia obra entran en juego muchas cosas. Tienes la cabeza en mil lugares y tienes que entrar en lugares físicos muy bestias. Más allá de la cosa práctica de poder hacer coincidir ambas, siempre he sentido muy conectada mi forma de pensar con el cuerpo. No tiene que ver tanto con una coreografía, que también, sino con cómo canalizas todo aquello que estás haciendo y cómo el movimiento, la danza, todo lo que es cuerpo, también es pensamiento y va todo junto. Y al final, estás conectada o no. Parece una palabra esotérica, pero no lo es. ¿Cuántas veces vas a ver una pieza y ves a alguien bailando, miras y estás viendo una persona, no un cuerpo moverse, una coreografía? A mí me pasa, veo los ojos de esa persona, desde donde está haciendo el movimiento. Es un tema jodido, sí (risas).

 

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