Lo mejor que le puede pasar a una ciudad es que su pasado y su presente dialoguen proyectando así su futuro. Esta exposición lo avisa desde su título, Ahir, hui, sempre. En eso debería consistir lo de la identidad. La idea es buena, muy buena. Por el contenido en sí y por sus efectos colaterales. El resultado es magnífico.
Ocho artistas urbanos valencianos reinterpretan los murales de la Sala Nova del Palau de la Generalitat. Oxígeno para los seiscientos años de historia del edificio y ruptura de las barreras que lo institucional siempre genera en la ciudadanía. Imponen las pinturas cuando se levanta la cabeza, convencen sus relecturas cuando se baja.
Barbiturikills ha “conejizado” a Els Quatre Jurats de la Ciutat de València en una réplica “fiel” en cuanto a los protagonistas, pero adornada de verduras, unicornios y lepóridos en la puesta en escena, lo que acentúa esa reivindicación de la felicidad frente a la solemnidad del original.
Lo de Deih y Xelon es ciencia ficción en un lugar que tiene bien poco de ello. El primero dota a los Diputats de la Generalitat de una moderna, y algo inquietante, armonía. Los numerosos detalles que hay en su obra son como un juego de símbolos en torno al territorio y su historia. El segundo transforma a los miembros del Braç Militar en robots y los desprovee de jerarquías, realzando su lado humano, cuando curiosamente no lo son.
Alfredo J. Pardo Martí democratiza a los Representants de les ciutats i viles reials (I), incorporando no solo a la mujer, sino también actitudes irreverentes entre los retratados lejos de ese aura de perfección que parece rodear a los personajes de la pintura mural y que tan poco se corresponde muchas veces con la realidad. El escudo del Valencia y la paella con piña suman en esa versión crítica de la actualidad.
Vinz (coordinador de la muestra) convierte La Justícia en un tríptico inclusivo, en el que además de la mujer, aparecen un hombre y una persona trans, eso sí con cabezas de halcón, águila real y búho. Sobre brasas ardiendo y blandiendo emblemas en torno al título de la obra, parece al mismo tiempo que bailen (celebrando la supuesta ecuanimidad que representan) o huyan (escapando de las decisiones arbitrarias que a veces se toman en su nombre).
La mujer es la absoluta protagonista de las obras de La Nena y de Julieta, en contraposición a su ausencia en la Sala Nova del Palau. Así Representants de les ciutats i viles reials (II y III) son reseteados y renovados, limando su majestuosidad en pro de unas representantes más cercanas. Las de La Nena interactuando con elementos del escudo de cada una de las ciudades que aparecían en las pinturas primitivas, la de Julieta reconectando con la naturaleza.
David de Limón agita el Braç Eclesiàstic con un plan renove. Levanta a sus protagonistas de sus plácidos tronos, los pone a jugar al juego de las sillas, incluye a todas las religiones y añade representantes del género femenino. Sin olvidar una visión contemporánea crítica de todo ello, porque cinco siglos después aún hay (muchas) cosas que deberían cambiar.
La exposición se puede visitar hasta el 8 de octubre en el Palau de la Generalitat.