Mapache. Foto: Eva M. Rosúa.

1- Sábado, 8 de junio de 2019, Centre del Carme. Vociferio. Mapache son pantanosos, oscuros, fronterizos, crepusculares, con la ironía ácida (piensen en el sabor, no en la droga) del beatnik resacoso. Blues algo ruidoso, rock cavernícola, post-psicodelia tribal, spoken world que haría las delicias de Tom Waits, pero también melodías capaces de iluminar un cielo encapotado. Mapache mezclan música y poesía con la misma naturalidad con la que tocan la viola o la quijada. Si uno de los objetivos de un festival es descubrir propuestas, Vociferio lo ha vuelto a hacer otro año más. El concierto de Mapache fue como una suerte de road-movie (elevada a la máxima potencia con uno de sus temas nuevos, El día más largo), en la que estuvo muy presente su amigo Fernando Mansilla (fallecido el día anterior). Mapache son Marta Mapache, Alberto Pielfort, Leo García y Marcos Fernández y hace dos años publicaron el disco Danza Salomé. Mapache son reales, pero si alguien nos dijera que lo que vimos fue fruto de nuestra imaginación también lo creeríamos, solo así se puede entender que hayan tardado tanto tiempo en venir a una ciudad con tal sobredosis de propuestas culturales como València. Gracias, Vociferio.

2- Viernes, 7 de junio de 2019, Teatre Principal, Tercera Setmana. El bramido de Düsseldorf fue la obra encargada de inaugurar, oficialmente en València, la cuarta edición del certamen escénico. Una obra de Sergio Blanco que como era de esperar circula en el terreno de la autoficción, en el que la verdad y la mentira se miran cara a cara sin descubrir nunca sus cartas. El montaje gira en torno al fallecimiento del padre del autor en la ciudad alemana del título. En la vida real, el hombre está vivo. Arranca con Losing My Religion de REM y no se detiene hasta el momento de los aplausos finales. Un ciclón narrativo en el que conviven las relaciones paterno-filiales, el arte y sus límites, Dios, el judaísmo, la industria del porno, la homosexualidad, el morbo, el teatro, el nazismo, el Mrs. Robinson de Simon & Garfunkel, el asesino en serie Peter Kürten que Fritz Lang llevó al cine, Bambi, el Bette Davis Eyes de Kim Carnes, Artemisa,… con unas interpretaciones de lujo de Gustavo Saffores, Walter Rey y Soledad Frugone; una escenografía tan sencilla como arrolladora, dosis de humor cuando toca y la ruptura cómplice y mesurada de la cuarta pared. Que fuera verdad o mentira lo que contaron poco importó.

3- Jueves, 6 de junio de 2019, Librería Ramon Llull. Antón Reixa presenta su libro Michigan, acaso Michigan, acompañado del periodista Voro Contreras. En la web de la editorial, Círculo de Tiza, aparece en el apartado Entre realidad y ficción. Reixa participa al día siguiente en Vociferio. Empieza a asustarme el rasgo conceptual de este artículo. Todo empezó (y a punto estuvo de terminar) el 27 de octubre de 2016. Reixa se durmió al volante de su Audi A4 y tuvo un gravísimo accidente. Estuvo 18 días en coma inducido. Una vez despertó y durante la última fase de su recuperación, en un asilo, empezó a escribir el libro en el que volcó los recuerdos de aquellos días. «El coma no es una fiesta, cada uno tiene el subconsciente que merece y el azar es indescifrable», dijo Reixa. Ese azar indescifrable, y por tanto incontrolable, es el que ha hecho que todavía valore más estar vivo. Hace unos años tuvo un ictus y vivió condicionado interiormente con ello. Ahora no se lo quiere ni puede permitir. Cuenta con humor que lo último que escuchó antes del accidente fue la voz de Albert Rivera en la radio. Confiesa que al despertar descubrió que se había arruinado y fue como un doble volver a empezar. Le pregunta Voro si todo lo que cuenta es verdad o ha tirado de literatura. Confiesa que sí, que todo es como lo recordó, y que si algún detalle no lo fuera sería nimio y no intencionado. Hasta tal punto ha querido que fuera real el mundo irreal que cuenta que cuando la editorial le sugirió que aumentara el número de páginas del libro no quiso hacerlo, porque ya no tenía nada más que contar.