1- Fue en un Tenderete de hace ya unos años donde compré Los días rojos de la memoria. Era un fanzine que recogía las memorias del republicano Longinos Lozano, desde el fin de la guerra civil hasta el de la dictadura franquista. El diseño del mismo y las ilustraciones eran de Ana Penyas. Allí ya estaban las señas de identidad de su estilo, tan reconocible como diverso. Rostros deformados, perspectivas rotas, la inclusión de fotografías en las escenas y mucho compromiso social. Mi segundo encuentro con su obra fue en la exposición Aquí y en otro lugar, su primera muestra individual, que se pudo ver en Estudio 64. Los barrios y la gentrificación como fenómeno global (sin importar si se estaba en València u Oporto) o la memoria histórica eran sus ejes narrativos. Ya entonces se pudo comprobar cómo iba evolucionado su trabajo, tanto en la forma como en el fondo, y la importancia que el color (o su ausencia) iba teniendo en sus dibujos. Fue entonces cuando le entrevistamos por primera vez.
2- Noviembre de 2017 fue una fecha muy importante para Ana Penyas. Se publicaron dos libros que le pusieron en primera fila. Estamos todas bien (Salamandra Graphic) y En transición (Barlin Libros). Con el primero ganó, un año después, el Premio Nacional de Cómic. Estamos todas bien rendía homenaje a toda una generación de mujeres a partir de las figuras de sus dos abuelas. En En transición se mostraba crítica con la etapa política que servía para titularlo y decepcionada y preocupada con la actualidad. Ambos libros se complementaban para forjar el retrato de unos años muy importante en la historia reciente de España. Y, curiosamente, aunque compartían técnica, herramientas y discursos, le permitían probar dos narrativas bien distintas. En Estamos todas bien más centrada en las viñetas y en En transición la ilustración a doble página. En este segundo libro, además, extendía definitivamente el recurso de fotografías para definir algunos rostros. Sobre él fue la segunda vez que le entrevistamos.
3- Todo lo contado no se extiende temporalmente ni siquiera por un lustro. Sin embargo, no da la sensación de que la carrera de Ana Penyas haya sido fulgurante, como si hubiera acelerado apretando al máximo una quinta marcha. No, todo lo contrario, parece como si cada paso estuviera fundamentado en el anterior. La mejor manera de comprobarlo es pudiendo ver juntos todos esos trabajos y otros que ha ido realizando durante estos años, viendo su trayectoria en perspectiva, descubriendo su evolución creativa a todos los niveles. Eso es lo que propone la exposición individual que hasta el próximo 15 de junio se puede visitar en la galería Pepita Lumier. Un viaje alrededor de Ana Penyas con múltiples paradas por unos originales que tienen al mismo tiempo su gran valía en lo que cuentan genéricamente como en lo que esconden en cada detalle.