Gilbertástico se autodefine en su bandcamp como «un músico que toca instrumentos mientras canta cosas». Y lo que podría parecer una presentación fácil, humilde o graciosa, se convierte en una afirmación que engloba y resume, a la perfección, lo que hace. Curiosa dicotomía, una frase tan sencilla para explicar algo tan poliédrico como su música.
A Gilbertástico (Gilberto Aubán) le gustan las melodías, pero también jugar con ellas. Remover las canciones como si de un cubo de Rubik se tratara sin importar que cada cara luzca un mismo color. Sus letras se fijan en realidades, o no, con las que convivimos pero a las que no prestamos muchas veces la atención que merecen. En su quinto disco largo, El ocaso de los imperios, publicado siete años después del anterior, eleva todo eso a la máxima potencia. ¿Cómo? ¿Por qué? Seguid leyendo, justo después de la portada del álbum, al propio Gilberto hablando del disco.
Me llamaron Gilberto, pero posteriormente mi amigo Boneto (Mr. Perfumme, Midnight shots) me rebautizó como Gilbertástico hace ya década y media. Empecé con la música a los 8 años, me cansé a los 14 (quería ser jugador de fútbol sala), pero a los 16 ya estaba formando mi primer grupo de música, Estilo Casero, con Miguel Sancho (Chesterton) y Juan Clavel (Golden Peluco). 20 años después he publicado unos cuantos discos y grabado en algunos otros, pero ninguno tan particular como el último, que está dedicado solamente a un tema, la Primera Guerra Mundial, y en el que uno mis dos más altas pasiones: la historia y la música. Desde la primera composición a la última hay unos 5 años de distancia, pues para escribir esas canciones no bastaba con las ideas que chocan como átomos locos en mi cabeza, había que sumergirse en un período de 4 años que iba a cambiar el mundo para siempre, y eso es algo que, al menos yo, solo puedo hacer con mucha paciencia, como la que han tenido conmigo Fernando Polaino (productor y zar ocasional), Antonio J. Iglesias (baterías y káiser de la meseta) o Dani Cardona (productor y batería de los dos últimos temas, los primeros que se grabaron).
1- Manfred
La letra de esta canción sería lo que se llama un monólogo interior, es decir, una concatenación de pensamientos de una persona, que en este caso es Manfred Von Richthofen, el aviador conocido como el Barón Rojo.
La Primera Guerra Mundial fue el escenario de las primeras batallas aéreas, las más arcaicas y peligrosas para el piloto, pues la mera aviación llevaba en marcha muy pocos años. Manfred es un joven prusiano (su ciudad natal, Brelasvia, está en la actual Polonia) de familia con arraigo militar, bastante fans de cazar, por lo que, independientemente de la guerra, era tradición tener una carrera como soldado. En un principio ingresa en la caballería, disciplina que tenía muy poca utilidad a la hora de enfrentarse a los mortíferos nuevos inventos como las ametralladoras. Ya desde pequeño se siente fascinado por esas máquinas voladoras que surcan el cielo rugiendo, y cuyos enfrentamientos serían lo más parecido a un duelo entre caballeros, a su forma de ver, así que ingresa en la escuela de aviación. La muerte de su instructor le pondrá en el candelero pues el Imperio lo convertirá en una de esas estrellas bélicas que hacen subir la moral de la población y tropas. Las primeras normas del combate aéreo, el momento en el que decide pintar los aviones de colores o las copas de plata que mandaba fabricar cada vez que derribaba a un enemigo son parte de su historia.
A nivel sonoro creo que destacan mucho la melodía de piano y órganos, que me recuerdan un poco a una mezcla extraña entre Stevie Wonder y Amistades Peligrosas, tamizado todo por una peli en blanco y negro.
2- Nos comen las ratas
Aquí se habla del terrible mundo de la vida de trincheras. Los adelantos tecnológicos habían hecho cambiar el planteamiento de las batallas. La consecuencia fue el estancamiento de los ejércitos y la construcción de kilómetros de trincheras. A medida que fue muriendo gente, los cadáveres que quedaban en tierra de nadie se los iban comiendo las ratas, que poco a poco fueron haciéndose inusitadamente grandes. Llegó el momento en el que, si un soldado lograba sobrevivir a un ataque, por la noche podía ser mutilado o devorado por ellas, así que tenían que poner medidas, como fabricarse jaulas humanas para protegerse u organizar cacerías diarias. Eran ratas tan grandes que se comían sin problema a los gatos.
La canción tiene una base oscura mezclada con instrumentos orientales, sintes y guitarra hawaiana, combinación que me hace bastante gracia. Hay una última parte coral que alude a la Tregua de Navidad, donde soldados alemanes y aliados confraternizaron jugando a fútbol, cantando y regalándose tabaco y alcohol el primer invierno de la contienda, cosa que no se les permitió repetir.
3- Willy y Nicky
Tras el atentado de Sarajevo, detonador de las hostilidades entre Austria y Serbia que luego desencadenarían el resto, los cabecillas del imperio alemán y del ruso se mandaban telegramas. Daba la casualidad de que Guillermo II y Nicolás II eran primos hermanos, así como de Jorge V de Inglaterra, vínculos fruto del trabajo de la Reina Victoria en el emparejamiento real europeo. Los primeros minutos de la canción recrean alguno de esos mensajes con la voz de Fernando Polaino (el zar) y de Antonio J. Iglesias (el káiser).
Es la canción más larga del disco porque, además de las partes con letra, tiene bastante recreación en el paisaje musical. Hay un fragmento en el que se juntan un piano, percusiones, coros e instrumentos de cuerda para hacer una especie de delirio que va subiendo y que es una alegoría del fin de la comunicación entre los primos y el ruido y desconcierto de la batalla. Después el zar será preso de sus propios recuerdos al ver su vida ante sus ojos antes de morir fusilado en su palacio de Ekaterimburgo.
4- Grigor
El “monje” Rasputín es el protagonista en este nuevo monólogo interior. Cuenta su historia él mismo, incluso su propia muerte, al ritmo de una base electrónica mezclada con clavicordios y bouzukis. Es la canción más cañera en el sentido de que los sintes más gordos tienen mucho protagonismo en los intermedios instrumentales. En sí tiene un ritmo como de polka acelerada y la melodía está hecha con un aire como de pop ruso. Eso al principio, claro, porque el final parece más una canción de Enya.
Rasputín fue uno de los principales opositores a la intervención de Rusia en la guerra y, una vez empezada, de la retirada de la misma. Su influencia sobre la familia del zar fue creciendo desde el día que “curó” al zarévich Aléksei con una imposición de manos (dicen que simplemente le dio una aspirina). Su poder fue creciendo hasta conseguir colocar a gente de su entorno en los altos estamentos y de incluso quedarse al frente del imperio en ausencia del zar. Eso no gustaba nada a toda la cúpula de la nobleza militar que, naturalmente, lo veía con muy malos ojos. Uno de ellos, el principe Yusupov, orquestaría la traición y muerte de este personaje, el cual vaticinó algo: el fin de la dinastía Romanov llegaría si a él le pasaba cualquier desgracia así como el fin del imperio si Rusia se empeñaba en seguir en la guerra.
5- Los orcos de Tolkien
Esta es una de las canciones más entretenidas por la multitud de curiosidades que se cuentan. Empieza homenajeando a las madrinas de guerra, mujeres que escribían cartas a soldados que no tenían esposa o novia, como una especie de amiga a distancia. El correo era algo muy valorado en batalla porque era lo único que les conectaba con su realidad anterior, que en muchos casos y sobre todo cuando la guerra estaba avanzada, se desvanecía en el recuerdo.
El título de la canción tiene que ver con que Tolkien (que estaba combatiendo en Francia) se inspiró en el aspecto “monstruoso” de los alemanes cuando escribió El señor de los anillos para crear a los orcos. De hecho esta obra tiene multitud de referencias o de analogías con la Gran Guerra. En este tema también se nombra a escritores famosos que participaron en la contienda (Robert Graves, Kipling, Hemingway…) personajes que estuvieron en las dos guerras (Hitler, Rommel, Göering, De Gaulle, Pétain…) o industrias que se enriquecieron vendiendo material indiscriminadamente a los dos bandos y que aún existen (Perrier, Citröen, Krupp…).
La pieza tiene un epílogo en el que un joven Hitler se cura de la ceguera que una granada de gas le ha provocado, cuando en eso la guerra termina, generándole un gran rencor y germinando en él la idea de la “puñalada por la espalda”, uno de los pensamientos precursores del nazismo.
En lo musical es una pieza con muchos pasajes, que empieza de forma ambiental pero que tiene un giro inesperado, como las películas de después de comer.
6- Gavrilo
Esta canción fue la primera que compuse y junto a la siguiente conformaban el huevo de este disco, pues en un principio iban a ser solo estas dos, aunque luego me enganché al tema y quise hacer más. Por eso son también bastante largos. Esta es la historia del atentado de Sarajevo, en el que murió Francisco Fernando (heredero de la corona de Austria-Hungría), y es una amalgama de cambios de ritmo y paisajes muy condensados. Están mezclados los pensamientos del bosnio Gavrilo Princip, de la Joven Bosnia (un grupo terrorista que buscaba la integración de Bosnia a Serbia, o a lo que sería la futura Yugoslavia, un estado que unificaría a todos los eslavos del sur), los del archiduque y una especie de narrador.
La planificación de hechos y lo que realmente sucedió después es bastante cómica, pues los primeros intentos de matar al archiduque fallaron, así como los elementos de suicidio que habían preparado en caso de ser descubiertos (sobre todo, cápsulas de cianuro en mal estado). El propio Gavrilo terminaría disparando a las víctimas tras toparse con ellas tras un error del conductor en el trayecto del coche, y sin querer acabaría con la vida también de Sofía Chotek, esposa del archiduque.
7- El infierno es demasiado bueno para los hunos
La pancarta que llevaban soldados americanos cuando en 1917 entraron en la guerra da título al último tema, que es como si un ave pasara por encima de todo el conflicto y observara muchas escenas de la contienda. Es la más progresiva de todas y cada pasaje es diferente al anterior. Hice esto en una alegoría con Othar (el caballo de Atila, que por donde pasaba no crecía la hierba) y con que a los alemanes se les llamaba hunos como un insulto por parte de los aliados, pero en realidad el mismo káiser había usado ese término para arengar a sus soldados antes de ir a la guerra de los bóxers en China. El hecho de que cada fragmento sea diferente ayuda a mostrar el carácter trepidante de la guerra y de que a cada segundo cambia todo.
En esta canción van a aparecer momentos clave como el hudimiento del Lusitania, el genocidio de los armenios, Lawrence de Arabia y su campaña en el Medio Oriente, el bloqueo naval a Alemania y, finalmente, la rendición de estos y la firma del Tratado de Versalles.