Foto: María Cárdenas.

Los Valle son una familia que vive en el centro de València. «Cuatro hermanos que no han volado del nido, escacharrados, rendidos, conviven bajo cuatro paredes bañadas en nicotina y una terraza que da a un cielo de persianas y pinzas. Una historia familiar de sordos y mudos, donde nadie se llama nada hasta que la tierra tiembla». La sinopsis de Las Danesas (Teatre Rialto, del 7 al 30 de octubre) es de las que despiertan el interés y atrapan. Como suele ser habitual en todas las de Xavo Giménez.

Verònica Andrés, Álvaro Báguena, Rosanna Espinós, Toni Misó y Marta Santandreu dan vida a los personajes creados por Giménez, quien además de la autoría firma la dirección y contesta nuestras preguntas.

Las Danesas nace en el Laboratori de Dramatúrgia Ínsula Dramatària Josep Lluís Sirera del IVC. En ese sentido, ¿en qué has notado diferencia en la escritura de esta obra respecto a otras anteriores? ¿Mutó mucho tu idea inicial?

Acostumbro a compartir mis textos con María Cárdenas, mi mujer. Ella escribe desde los personajes, desde sus abismos. Algo que a mí me falta. Yo me centro en lo imprevisible dentro de lo posible. Al menos es lo que busco. Es por ello que no ha sido un paso difícil, sino más bien la confirmación de que esta profesión es un acto de comunión. Sí, yo soy el Pantocrátor, el que parte la pana con el dedo en alto y sirve el vino de la garrafa, pero hay alguien ahí que ha mirado cada paso, que ha regado los campos y ha creído en el milagro. Ellos han sido Paco, Denise, Romeu, Guada y Gemma, mi familia del laboratorio. Los Olsen. Han sido los quinqués de este ejercicio de espeleología. La obra habla de las grietas y las simas. De las montañas que van hacia abajo. La diferencia con otras escrituras es que la expedición venía con cordada. Me estoy poniendo entre alpino y místico, lo siento. Y sí, la idea inicial ha variado. No les preguntes al elenco, te lo pido por favor. De la primera versión a la que “creo” que estrenarán, el arroz se ha pasado y se ha vuelto a secar. En la escritura partí de una serie de imágenes dispares sobre la mentira de lo cotidiano. Empecé con una cabaña prefabricada en un parking del Leroy Merlin y he acabado contando la historia de cuatro hermanos que viven en el Eixample aterrados con lo que hay más allá del felpudo.

¿Cómo surge Las Danesas?

Me gusta acumular mentiras, pequeñas mentiras. Me vino como anillo al dedo el tema del Ínsula de ese año; La verdad y la mentira. Voy anotando las farsas, en viajes, bolos, vueltas de manzana, aparcando… aparcar en Benimaclet da para mucho. Las farsas me dan pena y risa al mismo tiempo, que no la ficción. Creo que se entiende la ficción como lo que no te pasa a ti sino que le pasa al otro. Por eso me da cierto repelús esa palabra. Creo que estamos hechos de incompatibilidades y que nuestras contradicciones son los motores de nuestros actos, de nuestros aciertos y fracasos. Los disfraces del alma. Y estas contradicciones luchan a garrotazos entre ellas, delante de todos. Es como el preso que se pone una foto del Caribe en la celda. Junté un buen puñado de caribes y de presos que consideré que tenían validez en el escenario. Seis o siete. Escribí un relato con cada una y así nació Danesas. Luego necesitaba un contenedor de todo esto. Surgieron las preguntas que te acorralan de Paco Zarzoso y salió de mi boca, o de más adentro, un tío mío que era espeleólogo, que cayó como muchos en los ochenta y que me dejó la huella de las montañas, de los otoños y de las calles de esta ciudad. Y esta cueva que estaba tapada se abrió. De ahí pasé a una familia atrapada en su propio abismo. Luego he ido ordenando estas falsedades en los personajes que han ido floreciendo.

Foto: María Cárdenas.

 ¿Qué te atrae (y qué te permite), creativamente hablando, una institución como la familia?

Nunca había escrito algo desde la sala de estar, desde el comedor o la cocina. Me haces mirar hacia atrás con esta pregunta. Y mirando hacia atrás ahora me doy cuenta de que siempre he escrito personajes bastante solitarios. Tan sólo los hermanos (Diana y Ben) de Qué pasó con Michael Jackson que coescribí con María. Y no estaban en un entorno familiar, sino en un clínica de rehabilitación. El resto son personajes derrotados con la frente bien alta, que vagan por parques, oficinas, tiendas de segunda mano o hamburgueserías franquicia. Entornos nada familiares. Los Valle, en cambio, son una familia. Una familia junta, bajo un mismo techo y al fondo de un largo pasillo de habitaciones. Y he aprendido en esta obra que la soledad de los que están juntos es mucho más explosiva. Es una soledad indestructible. Los hermanos Valle están solos pero toman café con leche todas las mañanas. Comen las misma galletas María y miran al mismo reloj de sol que está en un lado de la casa donde no da, el sol. La familia es el espejo perverso. Uno lee a las familias de El porvenir está en los huevos o La cantante calva de Ionescu, de Eleutheria de Beckett o de cualquier obra del teatro argentino contemporáneo (allí toman mate y escriben teatro de familias) y es como si rebuscaras en tu cajón de la cocina, ese que ordenó el big bang. Las familias son calcetines sin pareja, pelos en la ducha y macetas sin regar. Las familias tienen lo prohibido, lo oculto y lo perverso pero esconden el amor y el génesis.

Por el argumento de la obra se intuye que la familia Valle va ajustar cuentas consigo misma. Pero en tus obras siempre, al margen del argumento y de la narración, aparecen otros temas (políticos, sociales….). ¿Cuáles serían en esta obra?

Esta es mi obra menos “combativa”. La batalla en Las Danesas se libra con uno mismo. Cada personaje tiene en sí mismo a su propio rival. No hay grandes victorias en la obra. Pequeños trofeos de saldo. Si en Penev hablaba de los medallas de plata, aquí los trofeos se compran en el chino ya directamente. Los suficientes trofeos como para decorar una estantería, nada más. La política aparece en los diálogos de algunos personajes. Narciso, personaje que interpreta Álvaro Báguena, comenta a su hermana Florencia que se junta con Paco Camps en los vestuarios del club de tenis, pero no sé si es verdad. No sé si él lo sabe. Esta ciudad está abonada de Narcisos, huelen bien, pero se deshojan rápido. Creo que en esta obra los temas son algo más telúricos. Las piedras, los minerales, las gemas ocultas, los mamuts… estas son palabras que resuenan en la voz de Toni Misó para dar vida a Jacinto. Este personaje es para mí el visionario de la obra, es el faro entre tanta tiniebla.

En una ocasión dijiste que escribías textos para ser representados. ¿Significa eso que estos personajes fueron escritos pensando en qué intérpretes les iban a dar vida?

Yo jugaba al juego ese de ser entrenador en el ordenador. Elegir a tus jugadores para el campeonato. A Romario, a Bebeto, a Futre… Eso en una compañía de teatro desafortunadamente no se puede hacer por motivos de precariedad. Las compañías son comunas, que nadie se engañe. Son tribus, no empresas. Y en nuestra tribu vive Merce Tienda y Leo de Bari y de vez en cuando aparece algún vecino de la tribu de enfrente, pero poco más. Tenemos las cabras justas y les fabes contaes. Pero pienso en muchos intérpretes con los que me gustaría trabajar, de los que ya se apoyan en la pared para mear y de los que hacen tik toks de sus cositas. En este caso no podía dejar de ver a la pequeña Lis en la piel de Verònica Andrés. Es un regalo descubrirla cada día subida en su limusina. Lis conduce una limusina en la obra. Vero te parte al medio. Pensé en Misó y en Báguena para estos papeles. Hacen dos hermanos que se quieren pero que no saben cómo. Y en Amparo Fernández para Florencia pero finalmente no pudo presentarse al casting y apareció Rosana Espinós. Y con ella aparecieron los campos y la cosecha. A Marta Santandreu le he seguido la pista desde hace tiempo y tarde o temprano iba a caer. Su papel lo hizo Laura Pellicer en la lectura dramatizada pero por exigencias de producción pública tuve que hacer casting y Marta encajó en el belén como la estrella que está clavada en el portal. Pero sí, escribo para el actor. Para que se vea cara a cara. Intento escribir a dar.

Foto: María Cárdenas.

No sé si suficientemente valoradas, pero las escenografías de tus obras siempre acaban teniendo gran importancia. ¿Cómo es la de Las Danesas? ¿En qué medida te implicas en este o en otros trabajos (iluminación, por ejemplo) del montaje?

El espacio en esta ocasión lo ha diseñado Blanca Añón y las luces Marc Gonzalo y Miquel Llop. Con ellos ya hemos trabajado en varias ocasiones en La Teta Calva. Miquel y Marc dan a la pieza algo que a mí me atrapa en el escenario y que es la presencia del fotograma. Poder ver las escenas casi como si fueran instantáneas. Así creo que lo conseguimos en El Muro. Mucha gente salía de la obra diciendo que le recordaba a Lynch o a las fotos de Gregory Crewdson y eso fue gracias a la luz de Marc. Blanca Añón nos hizo el espacio de Michael Jackson y de Hay una sirena en mi salón y ahora hemos podido contar con ella para un proyecto de mayor envergadura. Yo tengo la osadía de creerme escenógrafo o al menos de soñar en espacios. Los espacios, como tú dices, son la piedra angular de mi textos. No es lo mismo una pedida de mano en un altar que en una armería. No es lo mismo llevar en un taxi a un concejal borracho que a una niña vestida de comunión. Creo que el espacio donde se desarrollan los hechos son un personaje más. Pienso que Blanca también va por aquí o al menos en este espacio. Sus espacios acompañan, empujan, evocan y te ponen entre la espada y la pared. En este caso entre la montaña y la pared. Te hace desentenderte de las comodidades y te empuja a poner la mano en el fuego. También repito con el artista plástico y compositor alemán Lukas Lehmann. Trabajó en el espacio sonoro de Llopis y de Espaldas de Plata. Lukas acomoda las escenas entre lo inquietante y lo hipnótico. Junto a las composiciones de Lukas también aparecen los temas de algunos vinilos que nos llevan a pasados remotos; María Dolores Pradera, Los Llopis, Mina, Julie London, Lou Reed, Nikka Costa…

¿Que familias (de ficción o no) tuviste presente como referencias durante la escritura?

Qué cabrón. Te has esperado hasta calentarte la lengua para entrar en el meollo. Pues te lo diré. En la tuya. Jajaja. No, Rafa. En la mía. En cuál sino. En la suma de las mías. El punto de partida es, sobretodo, mi familia por parte de madre pero también de padre. Los primeros tuvieron campos de flores y se vinieron a vivir al centro cuando el ayuntamiento les expropió los campos que tenían en Orriols. Allí viví unos años donde conocí de primera mano la València de la opulencia por fuera y la precariedad por dentro. Allí olí a las señoras con perfume caro y pescado en la cesta de la compra. Es la semilla de esta comedia. Para mí es un desaforado acto de amor hacia mi familia y porqué no decirlo hacia esta ciudad que tanto apesta. A partir de aquí, a partir de la escritura, los personajes han entrado en otras derivas y los he intentado llevar por el camino de lo inesperado.

Las Danesas es una producción del IVC y eso significa contar con un presupuesto mayor que en otras obras de La Teta Calva. ¿Ha implicado una manera distinta de trabajar¿ ¿En qué medida ha salido ganando la obra?

No hay tanta pasta, no te creas. No mucha más que una producción privada. Quince o veinte mil euros para una escenografía en un “teatro nacional” es algo insignificante, las cosas como son. No sé cómo habría sido la obra si la hubiera producido La Teta Calva. Seguramente muy distinta. Cuando haces una producción pública no se puede trabajar con el tiempo necesario para curtirte en el error. Todo es para mañana. Aún no sabes qué cojones quieres contar y ya te llaman de producción para pedirte una sinópsis o para pedirte las canciones que tienen que pasar a la SGAE. Es una locura trabajar así pero es como se funciona en lo público. No es una queja. No hemos tenido ningún problema en el IVC. Todo han sido facilidades con las complicaciones lógicas de una producción de este calado. En compañía trabajamos las obras durante un año más o menos. Vamos más a fuego lento. La suerte es que vengo de un largo proceso de escritura de ocho meses en el laboratorio de Ínsula y esto le ha dado un plus de tranquilidad a la pieza. Todo estaba más apuntalado desde un principio. La más trágica diferencia es que en una producción de este calado las naves se hunden a las cuatro semanas y en una producción de La Teta Calva intentamos que tengan una vida de dos años como mínimo. El sinsentido de producir algo, en lo que has puesto tus tripas de semejante manera, y ver cómo se queda en una exhibición local, sin recorrido estatal (ni te digo internacional) a mí me llena de pena y coraje. Es algo muy nuestro, muy de la artesanía del porexpán. Gastar y quemar. Aplaudir y quemar. No sólo Las Danesas, cualquier obra del IVC debería estar de gira una vez haya sido estrenada pero las derivas de nuestra cultura de postureo no lo permite. No hay personal, los remeros justos para achicar el agua. Por eso estoy feliz y desecho. Feliz y agradecido por ver a Las Danesas sobre un escenario y desecho porque sé que se van en un a penas un mes y ya no las veremos más. Vamos a intentar desde la compañía mover esta obra, pero los costes y la estructura de nuestra compañía de barrio no es quien debería hacerlo, asumir riesgos suicidas de mover algo público mientras se encarga la lápida en danés. A nadie le importará este funeral lleno de diéresis. Cuando Las Danesas estén de luto y se hayan marchitado hasta las flores de plástico, la alfombra roja de la Generalitat ya estará de gala para la siguiente falla. Una falla es un defecto en la corteza, una fractura.

Foto: María Cárdenas.

La risa y la bofetada son dos palabras que suelen definir muy bien tus obras. ¿También vale ese dueto para Las Danesas?

Espero que sí. Esto es una comedia. Yo creo que es una comedia poética. Transita entre la risa y la poesía, mucho más que en otras de las obras que he escrito. Los personajes tienen un mapa más íntimo. Pero la comedia sigue estando en lo cotidiano, en las pequeñas cosas. A los actores les dije que estos personajes son uno. Que lo que le falta a uno lo tiene el otro. Podría ser un monólogo. Narciso representa lo que queremos ser y no podemos. Florencia es la mujer que parece muda pero que en realidad sólo está callada, Lis muestra nuestro lado más rabioso con este mundo de colillas y semáforos y Jacinto es la partida. Y luego están los personajes que hace Marta que son como se dice en el texto, los que no importan. Esta obra habla de los que no importan. Como siempre digo, la gracia está en la desgracia.

 ¿En qué medida cada obra que escribes y diriges tiene algo de las anteriores? ¿Reconoces herencias? ¿Cuáles estaría presentes en Las Danesas?

En Las Danesas hay mucho de El Muro. Un ambiente sórdido y lánguido donde unos personajes sobreviven atrincherados al fuego cruzado del día a día. También en cuanto al juego teatral de dirigirse al espectador y decirles que esto que están viendo es una obra. Mostrar las cartas en los momentos más inoportunos. Puede que esta obra se acerque más a los textos de María Cárdenas. A su Síndrhomo o a su Adiós Todavía, por lo de los nidos de familia donde todo se desmorona. La obra está plagada de lo personal, de lo que me encuentro entre Barón de San Petrillo, Emilio Baró y Vicente Zaragozá. Allí lo tengo todo. Los chicles pegados en la acera y esas cosas. Este tipo de señales están en todas mis obras. El intentar convertir en algo especial lo más insignificante. En que los personajes hagan alarde de lo intrascendente. En Espaldas de Plata era Marta Sánchez y aquí… joder, aquí también sale Marta Sánchez. Ahí lo tienes. Mis obras van de Olé Olé.