Último Barómetro Cultural de la temporada y, posiblemente, último antes de que las nuevas políticas culturales de los nuevos gobiernos (con la ultraderecha al frente de las mismas en la Generalitat) se hagan notar. De nuevo, la ciudad saca un notable, que no llega a ser alto, pero que mantiene la dinámica marcada en los meses anteriores.
Este Barómetro de julio está compuesto por:
Virginia Lorente (València, 1973). Ilustradora, arquitecta y madre de @typicalvalencia .
Jorge Alamar (Puerto de Sagunto, València, 1985). Director de laFotoescuela, curador independiente y miembro de la editorial Polvora.
Inma Expósito (València, 1980). Directora artística de Sagunt a Escena y gestora en Pro21Cultural.
Alberto Haller (València, 1989). Editor en Barlin Libros.
¿Qué nota le pondrías a la València cultural del 0 al 10?
Virginia Lorente: Un 9 y tengo la sensación de que quizás dentro de un tiempo miremos atrás y nos quede las ganas de haberle puesto un 10… aquí hay muchísimo talento y ya es hora que lo digamos bien alto.
Jorge Alamar: 8.
Inma Expósito: 7.
Alberto Haller: 7’1.
¿Lo mejor de la València cultural?
Virginia Lorente: ¡Entusiasmo!…como lo canta Tórtel. Que si a eso le añadimos talento, ganas, buenas ideas, muchísima creatividad… que hayan siempre proyectos que nos sorprendan, que nos parezcan brillantes, ya no hablo de los 90 y esa explosión creativa, si vamos a los últimos diez años, creo que ha habido infinidad de iniciativas individuales que han enriquecido culturalmente la ciudad.
Me chifla que David Estal y Boris Strzelczyk decidieran salir a la calle a desayunar, a “celebrar el espacio público”. Que Pilar Almenar y Laura Bellver plantearan una revista desde la cárcel, hecha por las propias presas, con colaboraciones magníficas, un diseño impecable y un contenido fascinante que nos aproxima a una cotidianeidad totalmente desconocida. Que Javier Molinero y Néstor Mir reivindiquen otra manera de entender las bibliotecas a través de BED generando unas dinámicas, contenidos y convivencias súper interesante. Que Tomás Gorria y Paco Ballester crearan la revista dissenycv para contarnos todo lo que está pasando en el ámbito del diseño, además de dúplex y Dúplex radio y los pechakuchas, que apareciera Verlanga, gràffica,…¿sigo?, porque hay infinitos, e insisto, iniciativas que surgen de los ciudadanos, sin duda eso es lo mejor de València.
Jorge Alamar: Creo que a lo largo de los últimos años en València se ha construido un ecosistema cultural muy sólido. Esto ha sucedido gracias al gran esfuerzo colectivo de muchos agentes. No hay duda de que, en general, instituciones importantes como los museos han mejorado mucho su programación respecto a 10 años atrás, pero a lo que más valor le doy es a la enorme cantidad de iniciativas y propuestas que han surgido en los márgenes, llevadas a cabo por personas y equipos procedentes de ámbitos muy diversos que han tenido que levantar proyectos muy bonitos con recursos realmente limitados. Esta escena de base que se ha generado ha sido fundamental para que todas y todos quienes nos dedicamos a este sector tengamos más confianza, ganas y seguridad a la hora de continuar materializando ideas que aporten algo diferenciador y no se queden en más de lo mismo. Lo digo sin idealizar, el hecho de que el panorama tenga buena salud no quita que siga siendo muy complicado lidiar con la precariedad, con la dificultad de que este tipo de trabajos puedan estar dignamente remunerados, que es lo que toca.
Inma Expósito: Me encanta la variedad de propuestas en agenda al mismo tiempo, que a veces parece inabarcable, pero que es necesaria en una ciudad tan dinámica. Que haya respuesta a las diferentes inquietudes y momentos vitales.
Me gusta mucho ver que cada vez hay más propuestas en los diferentes barrios, que los límites de los espacios culturales cada vez están más diluidos, no sólo a nivel geográfico, también físico. Es maravilloso pasear por València y sentir que hay arte en todas partes: música en las calles del Cabanyal, circo en las plazas de Patraix, poesía en los Jardines del Botànic, los grafitti de Ciutat Vella, danza en Parc Central, museos en las dos orillas del Turia, cine en el Convento, librerías en cafés, teatro al salir de trabajar…
Alberto Haller: Voy a fusionar esta pregunta con la siguiente, porque para las dos voy a dar la misma respuesta —o una respuesta prima hermana—. Lo mejor a nivel cultural de València es el voluntarismo. La gente que ama algo, lo hace desde la voluntad y el amor a esa cosa, siempre desde las posibilidades que tiene, claro. Es algo que siempre me ha llamado la atención. Esa pasión inusitada y fresca por el disfrute. La falta de medios —y aquí empieza a fusionarse con la siguiente pregunta—, genera que la gente sea muy imaginativa a la hora de, como suele decirse, sacarse las castañas del fuego. Creo que, tradicionalmente, eso ha generado que València sea una ciudad bastante propicia para el underground y las cosas fuera del radar.
¿Lo peor de la València cultural?
Virginia Lorente: Pues que de entusiasmo solo no se vive, y si no se alimenta, si no encuentra recursos, corre el peligro de pasar a frustración, y talento hay mucho, pero apoyo y recursos…siempre falta ¡y de qué manera!
Hablando de cosas mejorables, que sí están en nuestra mano, a veces tengo la impresión que disfrutamos más criticando que celebrando los logros, y es una pena, creo que no facilita ese comboi que tanto nos gusta ensalzar. Tenemos que hacer más comboi de verdad, València es pequeña y eso facilita conexiones, el año pasado con motivo de la Capitalidad del Diseño se demostró que se podían hacer muchas cosas interesantes y se hicieron, se plantearon colaboraciones de las que surgieron buenos proyectos, fuimos capaces de demostrar que, si nos apoyamos entre todos y nos dejamos de prejuicios, se pueden conseguir mucho, porque talento sobra.
Tengo la sensación que las y los valencianos somos como el hermano mediano, del que no se espera nada en especial, ni es la gran esperanza del primogénito ni el pequeño mimado, es al que se le pregunta en casa “ah, pero…¿venías a comer?”, que estamos acostumbrados a tantos noes que cuando nos dan un sí por respuesta, nos pilla por sorpresa y a veces no sabemos muy bien como gestionarlo. Poco a poco nos hemos ido quitando inseguridades, pero queda mucho recorrido, un poquito más de autoestima nunca está de más.
A mí me produce especial felicidad cuando leo un cómic de Cristina Duran y Miguel Ángel Giner, de Paco Roca, de Laura Pérez, o un libro de Paco Inclán, de Lidia Caro, de Rafa Lahuerta y les puedo decir en persona “oye qué bien me lo he pasado, ¡cómo he disfrutado!” así, en modo analógico sin likes ni corazones. Antes me daba vergüenza, ahora soy esa señora loca que les para por la calle para decírselo. Creo que tenemos que contar más las cosas buenas, compartirlas y disfrutarlas. Reivindicar lo que se está haciendo en València, entre todas.
Jorge Alamar: Sin ánimo de polemizar, pienso que en el mundo cultural en general, y artístico en particular, las cosas siguen funcionando demasiado por lo que comúnmente llamamos amiguismo o cercanía personal. En las iniciativas particulares puedo entenderlo, pero en muchas ocasiones vemos los mismos nombres continuamente en la programación de entidades públicas. De esto no se habla mucho en abierto, es una especie de tabú, pero en conversaciones en privado se puede comprobar con facilidad cómo mucha gente tiene la sensación de que si no tienes una relación personal con quienes toman las decisiones en instituciones las puertas no están abiertas. También ocurre algo parecido en otros sectores como el del diseño, en el que València también es una gran referencia y cuenta con una cantidad increíble de profesionales súper cualificados. Sin embargo, los encargos institucionales habitualmente se reparten entre unos pocos. Siempre que hablamos de dinero público creo que es sumamente importante cuidar estos aspectos y diversificar más de lo que se hace. Que casi nadie diga nada no significa que pase desapercibido.
Inma Expósito: Pues, precisamente, esa efervescencia de la que hablaba tiene su contrapartida, y es que a veces no se cuidan los proyectos , no se les da la oportunidad de desarrollo y se abandonan demasiado pronto. Hemos visto demasiados festivales nacer y morir en una o dos ediciones, espectáculos que hacen giras de unas pocas funciones, salas que cierran o cambian de gerencia porque no les salen los números… Mientras, la producción de obras nuevas cada vez es más frenética.
Alberto Haller: Ya lo he respondido en la pregunta anterior, porque lo peor, que es la falta de medios en general, acaba propiciando lo mejor. Aunque el hecho de que sea por necesidad, y no necesariamente por posicionamiento político, hace que sea algo triste, por lo que el «cómputo global» es negativo. Y una pequeña coda a esto: ¡qué se solapen tantos eventos interesantes! Siempre me da mucha rabia. Aunque bueno, el tiempo es finito… Pero dejo esto por aquí como grito al aire.
¿Qué echas de menos en València desde el punto de vista cultural?
Virginia Lorente: Espacios donde se puedan producir todas estas conexiones de las que hablaba, plataformas, lugares, que permitan que gente de diferentes disciplinas puedan compartir proyectos. Una especie de viveros de creatividad. Los estudiantes de Teatro, los del Conservatorio, los de Danza, los de Diseño en todas sus especialidades, Bellas Artes, Filología,…un lugar donde puedan idear todos juntos ¿te imaginas?
Hace poco en una charla organizada por BED, la directora de Medialab, un espacio de creación y experimentación ciudadana en Tabakalera, Donostia, nos explicaba cómo se había gestado el proyecto, cómo habían salido a la calle a contarlo, a explicarlo a los ciudadanos, a crear grupos de trabajo, todos los proyectos que habían surgido, los recursos de los que disponían, a mí me parece fascinante.
Sobre todo, la idea de que haya también un intercambio intergeneracional, que hay gente mayor con muchísimos conocimientos y experiencia que aportar, gente joven con mucho talento y ganas a los que tenemos que apoyar desde el principio, que quieren hacer cosas y muchas veces no saben por donde empezar.
Además creo que esto se tiene que fomentar en los barrios, no solo en determinados lugares de la ciudad. La cultura es también una herramienta social fundamental. Lo veíamos en iniciativas como el solar Corona, L’hort de la Botja y todo lo que se genera a su alrededor. Han sido y son proyectos que merecen apoyo y facilidades desde las administraciones públicas, no sólo para consolidar los existentes, sino para favorecer muchos más.
Jorge Alamar: Desde el punto de vista de la gestión cultural, el comisariado o poniéndome en la piel de las y los propios artistas o autoras, siento una carencia importante de espacios en los que poder realizar tanto exposiciones como cualquier otro tipo de actividades. Me refiero a espacios llamémosles intermedios: ni museos, galerías o proyectos independientes que tienen su propia línea y personalidad, sino a que además de estos, estaría muy bien que existieran más lugares abiertos a que, bajo la fórmula que fuera, la gente pudiera presentar propuestas y llevar a cabo sus ideas. Esta necesidad hace que hoy en día veamos muchas exposiciones y demás eventos en pisos, talleres y estudios de artistas o incluso bares. Lo cual puede estar muy bien en el sentido de que amplía la visión y construye formas alternativas muy interesantes, pero tampoco está reñido con que el Ayuntamiento y otras instituciones valoren qué espacios de la ciudad, que estoy convencido de que existen, están en desuso y son potencialmente interesantes para ofrecerlos a quienes los necesiten. En València hay, por ejemplo, un máster en gestión cultural, además de otros estudios relacionados con ello, es importante que las nuevas generaciones de profesionales tengan espacios donde poder desarrollar su carrera y no entrar en el bucle de la frustración, que es muy peligroso.
Inma Expósito: Creo que es necesario generar planes estratégicos a medio-largo plazo que marquen la hoja de ruta de una València con energía y ganas de expandirse. Es también necesaria una buena coordinación entre entidades públicas y privadas tanto para poder acoger a artistas de fuera como para internacionalizar proyectos locales de calidad. Y no me refiero a las giras musicales de superventas, que necesitan de infraestructuras megalíticas y agotan entradas en cuestión de horas. Lo que me gustaría es que se propiciaran las condiciones para trazar giras coherentes de compañías de teatro, danza o exposiciones de artes plásticas… Y que, al mismo tiempo, este tejido sirva para lanzar nuestra cultura al exterior.
Relacionando esta respuesta con la anterior, apostaría por fomentar residencias artísticas y ayudar a giras nacionales e internacionales. Que los proyectos tengan una vida más larga repercute directamente en la calidad de las propuestas y en su viabilidad económica, y al mismo tiempo, da estabilidad profesional a las artistas.
Alberto Haller: Una mayor profesionalización en general. Y, por favor, cuando digo «en general», es eso, no incluye a las numerosas excepciones que aquí no aplican. Creo que es otra consecuencia de lo que comentaba antes del voluntarismo, por lo que, en cierto modo, he fusionado las tres preguntas.
Barómetro Cultural de abril (Patricia Moreno, Manolo Gil, MªÁngeles Fayos, Nacho Lloret): 7’25.
Barómetro Cultural de mayo (Sara Mansanet, Luna Valle, Teresa Cebrián, Sergio Membrillas): 7’75.
Barómetro Cultural de junio (Kika Garcelán, Jorge López, Ester Alba Pagán, Armand Llàcer): 7’7.