Cuatro de cuatro. La nueva etapa de la Mostra de València ha convertido en saludable tradición inaugurar sus ediciones con una película valenciana. En 2018 fue M’esperaràs? (Carles Alberola), en 2019 Calç Blanca, Negro Carbón (Toni Canet), el año pasado The Mistery of the Pink Flamingo (Javier Polo) y este ha sido el turno de El lodo (Iñaki Sánchez Arrieta). Lo que podría ser interpretado como un guiño a las producciones locales, es en realidad la constatación de que el cine valenciano se encuentra en un buen estado de forma, al menos en cuanto a ideas, talento y films. Tal vez lo que falte sea, además de más inversión y apoyo institucional, una cinta que saque la cabeza en la taquilla. Y El lodo podría serlo.
La película de Sánchez Arrieta (que además de alzar el telón del festival compite en su Sección Oficial) cuenta con ingredientes suficientes para lograrlo, también de una distribución que le permitirá llegar a salas de todo el país. Calificada por él mismo como «un thriller medioambiental de personajes lastrados por su pasado», luce como un intenso drama con momentos de suspense in crescendo (ese instante del asalto tan Perros de paja, Sam Peckinpah, 1971) y aires de western, que atrapa al espectador en su butaca. Una sugestiva cinta que dosifica con inteligencia la tensión, donde el cine comercial, el de entretenimiento, se combina con el oficio cinematográfico sin ningún tipo de complejos.
El reparto también debería ayudar. Lo encabezan Raúl Arévalo y Paz Vega, rostros reconocibles para el gran público, magníficamente secundados por la siempre infalible Susi Sánchez, Joaquín Climent, Roberto Álamo o un Toni Misó que bien merecería algún reconomicmiento por su papel.
La película llegará a los cines el próximo 10 de diciembre, seguramente intentando eludir la onda expansiva de las recientemente estrenadas Madres paralelas (Pedro Almódovar) y El buen patrón (Fernando León de Aranoa) y buscando su espacio ante el aluvión de estrenos españoles que hay programados para octubre y noviembre como, por ejemplo, Tres (Juanjo Giménez), Pan de limón con semillas de amapola (Benito Zambrano), Live is life (Dani de la Torre), Veneciafrenia (Álex de la Iglesia), Cuidado con lo que deseas (Fernando Colomo), Way Down (Jaume Balagueró), La hija (Manuel Martín Cuenca) o El amor en su lugar (Rodrigo Cortés).
El lodo es la segunda película de Sánchez Arrieta. Con su ópera prima, Zerø, también compitió en la Sección Oficial de la Mostra (aquí puedes leer la entrevista que le hicimos entonces), un film que comparte con el actual la importancia del paisaje, del espacio geográfico donde se desarrolla la trama, integrados como un personaje más. También la mezcla entre thriller y drama mencionados antes. Sin embargo son, a su vez, dos cintas muy diferentes, de ritmo, de planificación, de pulsaciones, de espíritu, de cine. Como si hubiera hecho un viaje audiovisual de la introspección a la expansión.
¿Será El lodo esa película que, decimos, necesita el cine valenciano para situarse en el mapa nacional? El tiempo lo dirá. El cine valenciano es como un corredor de fondo. Paciencia y perseverancia mientras por los lados explota la pirotecnia efímera de premios y galas. Una carrera que parece empezar muchas veces y nunca llega a la meta. Pero cada película es una marca nueva. Y en estos últimos años son muchas las que han ido señalando el camino a seguir, de El desentierro a Lucas, pasando por La banda, La inocencia, Almost Ghost, La mort de Guillem, Coses a fer abans de morir, Camagroga, La última cena o The Mistery of the Pink Flamingo, por citar algunas sin ánimo de inventario. Lo consiga o no El lodo, lo que es incuestionable es su interés cinematográfico.