Al final va a ser verdad que todo está en Los Simpson. En un capítulo, Homer se tapa los ojos al tiempo que dice que lo que no se ve no existe. Y esa frase, de apariencia fútil nacida en un guión para arrancar unas sonrisas, extrapolada a la vida, lejos de Springfield, encierra una gran verdad, trágica en muchos casos.
Por la libertad (The End Will Be Spectacular) es la primera película de ficción producida por la Comuna de Cine de Rojava (Siria), creada en 2012. Ayer se pudo ver en la Mostra, dentro de su Sección Oficial. «Todo va muy deprisa», dice Zilan, una de sus protagonistas. Acaba de llegar a Sur, un antiguo distrito de Diyarbakir, donde su hermano fue asesinado por la policía turca. En pocos días pasa a formar parte de la resistencia kurda armada. Todo va muy deprisa porque no hay tiempo que puedan perder. Es, por supuesto una película política, porque no puede ni debe ser otra cosa. Una película política donde se cuentan los hechos desde el punto de vista kurdo. Y ahí precisamente radica su interés, más allá, incluso de lo cinematográfico. Como explicó su director, Ersin Çelik, en rueda de prensa, la Comuna tiene tres vertientes, una educativa, otra de proyecciones y la tercera de producción, para «narrar nuestras propias historias desde nuestra perspectiva. Si no se cuenta la historia, desaparece».
El film nos traslada al 2015 cuando el ejercito turco sitió durante cien días la ciudad de Diyarbakir. La cinta contó con actores no profesionales que combatieron entonces, algunos ya fallecidos. Y esa sensación de realidad («la guerra facilitó el rodaje, no hubo que reconstruir la destrucción») acompaña todo el metraje. Un guión sólido que, afortunadamente, no olvida que esto es una película; una puesta en escena deslumbrante; un ritmo que se ajusta con precisión a la tensión de lo que se cuenta en cada momento; una planificación que acaba siendo la mejor aliada de la narración con algunos encuadres (por ejemplo, una pintada en la pared en la que se lee «Fascismo» al tiempo que un tanque entra por las calles) que hablan por sí mismo; una acertada decisión la de no caer en el melodrama a pesar de lo que se nos cuenta. Por la libertad es una obra de ficción porque no había material original para haber rodado un documental, aunque está basada en hechos y personas reales y su realización se acerca a ese género. También, de esa manera llegará a un público más amplio porque en palabras de Çelik la intención es «llamar la atención de la gente sobre estos acontecimientos y mantener vivo el recuerdo de todos los que murieron en el proceso”.
También en la Sección Oficial se pudo ver La viajante, ópera prima del tinerfeño Miguel Mejías, en la que una mujer (Ángela Boix) emprende un doble viaje, interior y en coche, con un mismo propósito, averiguar quién es, qué necesita. En este caso lo que no se cuenta es intencionado. Para Mejías, «el cine tiene que ser una experiencia sensorial y más ahora. Busco atmósferas. No todo es claro, hay preguntas que no se responden, misterios». Y así es este «poema oscuro» sobre el que sobrevuela «la idea de la finitud, de cómo nos enfrentamos a la muerte». En la película (que se hermana, por momentos, con los vampiros de Zulueta) se mantiene una armonía protagonista entre todos los elementos que la componen, siendo la palabra igual de importante que la música (Satie, Candeleros, Eduardo Paynter…), los silencios, el ruido de la lluvia o las localizaciones.
Ricard Camarena y Mari Carmen Bañuls nos cuentan en La receta del equilibrio (Òscar Bernácer) lo que no se ve de los restaurantes. El documental se proyectó ayer por la tarde en una de las sesiones especiales del festival. La película sigue a la pareja (él la creación, ella la gestión) durante los días previos a la apertura de algunos de sus locales después del confinamiento. Y lo hace desde diversos ángulos. Las estrategias y protocolos a seguir, la elaboración de menús con los alimentos disponibles, Camarena disfrutando en la huerta descubriendo nuevos productos surgidos casualmente en el campo durante los meses de encierro, las dudas y la emoción por lo que pueda pasar, el trabajo diario en las cocinas (bronca del chef valenciano a uno de sus cocineros, incluida, por no tratar a la verdura con la importancia que se merece)… Es esa variedad, el tono confesional de los protagonistas (ella aceptando su papel en la retaguardia o explicando que han llegado donde están por no haber mirado nunca el futuro; él hablando de cuando le diagnosticaron TDA o reconociendo una insatisfacción personal que no se ajusta a su realidad y que le impide estar contento y tranquilo) y la maestría de Bernácer para narrar solo con imágenes, lo que lo convierten en un bocado exquisito.
También valenciana es Coses a fer abans de morir (Cristina Fernández Pintado, Miguel Llorens) que se proyectó anoche dentro de la Sección Informativa. En ella, sus protagonistas, también se cuentan lo que no se habían contado nunca. Son seis amigos (Cristina Fernández Pintado, Manuel Maestro, Vanessa Cano, Mireia Pérez, Oriol Tarrasón y Àngel Fígols) que deciden cumplir con la promesa que le hicieron a un séptimo (Sergio Caballero) antes de fallecer. Para ello pasarán un fin de semana juntos en el que harán algo que deseen hacer antes de morir. Se trata de una película que va creciendo con la trama y que más allá de reflexionar sobre las pérdidas o las oportunidades perdidas, se centra en lo fugaz que acaba siendo la vida y de que esta siempre continúa, resumido, magníficamente, por el personaje de Caballero: «El mundo está lleno de cosas que me voy a perder. Me las voy a perder y todo seguirá igual sin mí». No deberíamos olvidarlo.
«La viajante» puede verse el viernes 30 (16h)
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