Pueden ser tus vecinos, o la cajera del supermercado, o el taxista que te llevó el otro día, o el camarero de una pizzería. Gente en apariencia normal, pero cuyas vidas están a punto de hacer boom. Sobre ellas giran los dos films de la Sección Oficial de la Mostra que se pudieron ver ayer: Willow (Milcho Manchevski) y Favolacce (Fabio y Damiano D’Innocenzo).
Willow está dividida en tres historias, una sucede en época medieval y las otras dos en nuestros días y además están interconectadas. Las tres ficciones giran en torno a las dificultades de tres mujeres para ser madres (temática también presente en otros títulos de la Sección Oficial ya vistos como Zana o Tereza37). La falta de conexión entre la primera y el resto lastra un poco el conjunto de la película. Manchevski, en rueda de prensa, habló de una «conexión asimétrica entre las tres historias. La primera es como un cuento de hadas más arquetípico, contado como una leyenda, y la segunda y la tercera son más realistas. Me gusta el contraste». Lo curioso es que funcionan perfectamente por separado, e incluso si el par narrativo final no estuviera relacionado entre sí, igual el conjunto no se resentiría.
Aún así, el cineasta macedonio (que debutó con Antes de la lluvia hace veintiseis años) factura una cinta magnífica, con un pulso narrativo que dosifica la tensión con inteligencia, potencia la incertidumbre y presenta una galería de personajes muy bien perfilados, interpretados, dirigidos y, por tanto, interesantísimos. Es una película dura, trágica, con un guión que juega con las casualidades, con los vínculos (la presencia del sauce que bautiza el film), con el azar, «te imaginas una cosa y es otra». Salpicada de pinceladas de humor muy bien construido, con la intención reconocida por Manchevski de conseguir parecer más realista, «de deconstruir clichés». Una experiencia que le resultó tan satisfactoria que su siguiente película ha sido una comedia negra. Muchas ganas de verla.
Favolacce es la segunda película de los hermanos D’Innocenzo y ganó el Premio al Mejor Guión en la Berlinale. Como una suerte de Raymond Carver italianos rascan en las supuestas apacibles vidas de unos vecinos de una urbanización a las afueras de Roma, que comparten cenas, envidias y colegio de sus hijos. Precisamente, en la dualidad que se establece entre adultos y niños es donde más brilla el film, mostrando a los primeros insatisfechos, impotentes, incapaces de cambiar sus vidas, con comportamientos infantiles, y a los segundos con un punto más reflexivo (sin olvidar los miedos propios de su edad) y dispuestos a todo para trocar la realidad. Una cinta que comienza con el tempo mediofondista de una carrera de 3000 metros y termina con un esprint narrativo (propio de una de 100) de humor macabro marca de la casa.
«Willow» puede verse el jueves 29 (20h).
«Favolacce» puede verse el jueves 29 (18h)
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